"Yo tuve una buena vida y tendré una buena muerte", dijo hace unos días la viguesa Laura Fernández Abalde al compartir su caso en los medios con el objetivo de agilizar los plazos de la Ley de Eutanasia. Este martes, rodeada de familiares y del equipo médico, ha recibido la eutanasia que tanto defendió en su vida, según han confirmado desde su entorno.
A los 67 años, padecía un melanoma de uretra con mal diagnóstico y su situación era terminal.
Fernández Abalde ingresó en octubre en cuidados paliativos del hospital Meixoeiro de Vigo y a finales de ese mes cursó la primera solicitud de la eutanasia. La segunda la realizó la semana pasada -entre una y otra tienen que pasar quince días-, después de que su caso saltara a la arena política.
El grupo parlamentario socialista sostenía que la Xunta estaba fallando en la prestación al derecho a la muerte digna al imponer una "burocracia asfixiante" a las personas en situaciones límite, como el de esta mujer, y señalaba que ese proceso debería respetar su dignidad y su decisión personal de morir en paz.
El Gobierno autonómico respondió que cumplía "estrictamente los procedimientos establecidos" en la ley estatal de regulación de la eutanasia.
El viernes, Fernández Abalde supo que su solicitud estaba aprobada y, avanzaba que recibiría la eutanasia a principios de esta semana.
Ha sido este martes, poco antes de las 10:00 horas, con familiares a su lado, el equipo médico y una representante de la asociación Derecho a Morir Dignamente, a la que ella pertenecía desde 2006.
En una reciente entrevista, con una serenidad que impresionaba, afirmaba que afrontaba sus últimos días de vida "cansada", pero "feliz", con la idea de despedirse "dando gracias a la vida".
Sentía que su cuerpo empezaba a "fallar".
Se fue deseando que la ley de la eutanasia se revise para que los plazos para lograrla sean "más breves" e incluya casos que ahora no contempla, "como los de enfermedades mentales".
Confesaba que nunca había sentido "una paz" consigo misma y con el mundo "como estos días" y le parecía "maravilloso poder estar en este estado de tranquilidad cuando se acerca la muerte".
Vislumbraba una despedida rodeada de la familia y algunos amigos, con su equipo médico "maravilloso" y despidiéndose "dándole las gracias a la vida" y a ellos por ayudarla a marcharse "tan bien".