En TikTok, en Instagram, en Youtube. En las redes sociales hay miles de vídeos de gente demostrando al mundo que pueden hacer cosas solas. Historias de superación, que dirían los repipis. Hay de todo tipo, desde los que disfrutan de un viaje sin llegar a acuerdos con nadie a los que simplemente se atreven, por primera vez, a ir al cine en soledad.
También están aquellos que graban a personas que están solas e intentan encontrar la ovación de sus seguidores verbalizando que les da "lastima". Mejor si son personas mayores. Aunque luego aparezca en los comentarios el nieto y diga que su abuelo es feliz comiendo helado solo.
No estamos acostumbrados a realizar determinados planes sin compañía. Desde pequeñitos, la sociedad nos indica lo que podemos hacer solos y lo que no. Incluso dependiendo de nuestra edad o sexo.
Pero siempre deberíamos diferenciar entre la soledad elegida y la soledad sufrida. Si viajas solo porque quieres vivir la experiencia introspectiva lo más seguro es que no te necesites más que a ti mismo y la alegría de descubrir otros mundos. Sin embargo, existen las personas que viajan solas y terminan retransmitiendo cada uno de sus movimientos en un directo muy riguroso. Comparten su viaje en cientos de fotos, vídeos y videoselfies, pues así se sienten menos solas. Son las paradojas de nuestro tiempo, nuestras contradicciones y hasta nuestros autoengaños.
Por suerte, la virtualidad nos acompaña hasta si nos sentimos solos. Qué bien que lo haga, algo ayuda. Aunque sea mera distracción momentánea. Aunque nos haga un retrato al detalle sobre cómo somos. Hasta delatando cómo ya no siempre basta con vivir una experiencia, necesitamos compartirla para que se vea que la estamos haciendo.
La aventura puede que ya ni siquiera sea vivir un acontecimiento personal en soledad. Quizá simplemente se trate de una mera excusa para captar la atención de unos cuantos followers. Nos hemos convertido en guionistas de nuestra propia vida y tenemos unas redes sociales que alimentar. Hay que crear tramas. Más y más tramas. Entonces, en busca del éxito viral puede aparecer el adanismo que llevamos dentro. Creemos que vamos a sorprender. Y no. Sencillamente quedamos descritos.
Así hemos visto a unos chicos dirigirse con pena a un hombre porque estaba comiendo solo en su hora de descanso del trabajo y se quedó perplejo con la preocupación de los 'influencers'. Así hemos visto el orgullo de una chica por desayunar sola un día en una cafetería y celebró el pan con aceite como si nunca jamás alguien en el planeta hubiera vivido semejante hazaña gastronómica. Así nos percatamos cómo los problemas son elásticos, dependiendo de las circunstancias (privilegiadas o no) que mecen la vida de cada uno.