La comunicación bidireccional entre intestino y cerebro es uno de los grandes ejes científicos de los últimos años. El llamado segundo cerebro es clave para valorar procesos inflamatorios que afectan a todo el organismo debido a la conexión de redes endocrinas, inmunitarias y neuronales. Siguiendo esta lógica, ¿qué alimentos estamos ingiriendo que pueden estar afectando al buen funcionamiento cerebral?
Se ha descubierto que la microbiota intestinal puede ejercer una función vital a la hora de encontrar tratamientos para las enfermedades neurodegenerativas, metabólicas y psiquiátricas, incluyendo las alteraciones del estado de ánimo asociadas al estrés. De hecho, Yolanda Sanz, investigadora del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha patentado recientemente una bacteria intestinal que podría aplicarse en el tratamiento de la depresión y la ansiedad.
Lo cierto es que los tres tipos de alimentos señalados negativamente son habituales en la dieta occidental, quizás demasiado teniendo en cuenta los elevados índices de sobrepeso y obesidad que se registran en la actualidad. La buena noticia es que nunca es tarde para concienciarse sobre los riesgos y tomar medidas sobre la dieta.
La comida rápida
La mala fama a nivel dietético de la comida rápida, gran parte de ella precocinada, no es ninguna novedad. Si afecta al intestino por los aceites reutilizados y la composición de los productos procesados, afectará también al cerebro, según las voces expertas. En concreto, se apunta a las altas temperaturas del cocinado por favorecer la aparición de partículas inflamatorias.
Los dulces
En la ecuación que más puede alterar la microbiota intestinal obviamente tampoco faltan los dulces. Aunque durante mucho tiempo ha persistido la leyenda de que el cerebro necesita el azúcar para estar a pleno rendimiento, lo cierto es que nada más lejos de la realidad: los azúcares refinados consumidos regularmente perjudican la salud cerebral.
Aquí es importante diferenciar entre azúcar refinado y glucosa, ya que esta está presente de forma natural en muchos alimentos y se incorpora paulatinamente a la sangre desde el intestino, favoreciendo además el patrón de saciedad en el cerebro. Su consumo no solo debe tenerse en cuenta sino potenciarse, primando los carbohidratos de asimilación lenta: legumbres, cereales integrales, fruta, verdura y lácteos.
Las bebidas azucaradas
Voces expertas en dietética apuntan en Parade a tres edulcorantes que deberíamos tener en la diana para consumirlos mínimamente, también por ser potencialmente inflamatorios: aspartamo, la sucralosa y el xilitol. A través del eje intestino-cerebro, estudios científicos han constatado que pueden causar incluso problemas cognitivos y de comportamiento. Son sustancias presentes en bebidas energéticas, de consumo frecuente en la población más joven, de ahí que la alerta sea especialmente reseñable.
Referencias
CSIC (2023, 27 de marzo). La conexión entre el intestino y el cerebro puede proteger la salud mental. https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/la-conexion-entre-el-intestino-y-el-cerebro-puede-proteger-la-salud-mental