Octubre es el mes de la salud mental y este año está dedicado al empleo. Muchos son los actos, manifestaciones, declaraciones, demandas y testimonios sobre esta realidad. La salud mental salió del armario en la pandemia, pero todavía impera un gran desconocimiento al respecto. En la salud mental se engloban muchas patologías específicas, como la depresión, la ansiedad, el trastorno bipolar, el TOC o la esquizofrenia, de las cuales apenas se habla en profundidad.
Este silencio contribuye a perpetuar el estigma que sufren las personas con trastornos mentales, sobre todo en el mercado laboral, donde enfrentan grandes barreras para acceder a un empleo digno y estable.
El estigma social alrededor de la salud mental provoca que muchos empleadores vean a estas personas como ‘riesgos’, sin considerar que, con los apoyos adecuados, pueden ser empleados productivos, comprometidos y leales. Por un lado, es crucial que la Administración juegue un papel más activo. No solo se trata de concienciar sobre la importancia de la salud mental, sino de implementar políticas que promuevan la inclusión laboral de las personas con trastornos mentales.
Las empresas necesitan respaldo, tanto económico como social, para hacer frente a las particularidades que puede implicar la contratación de personas con problemas psicosociales. Este apoyo puede traducirse en ayudas económicas para adaptar los puestos de trabajo, formación específica para los equipos y políticas de conciliación que respeten los tiempos de tratamiento y recuperación.
El empleo no solo proporciona una fuente de ingresos, sino que también es un pilar fundamental para la autoestima, la identidad personal y la recuperación de quienes sufren trastornos mentales.