Un cole convertido en centro sanitario, peluquería y súper: "Se ha hecho gracias a esos superhéroes que son los voluntarios"

Un centro escolar convertido en un auténtico centro de operaciones con una logística ideada sobre la marcha. Eso es exactamente, a día de hoy, el CEIP Lluís Vives de Paiporta, que ha cambiado sus aulas de Infantil y Primaria por un punto de asistencia sanitaria, una tienda de alimentos, una peluquería, alojamiento para voluntarios y profesionales, además de un almacén de ropa donada. Cualquiera diría que hace poco menos de dos semanas por allí correteaban niños y ahora esos pequeños han pasado a ser personas que acuden cada día para recibir algún tipo de servicio. Es más, este centro escolar también se ha convertido en un punto fundamental para que los vecinos de Picanya accedan a platos de comida caliente. Solo el sábado repartieron aquí 8.500 raciones. "Esto, tal y como estamos, es un lujo y un regalo. Esto es lo que valoramos ahora mismo que lo hemos perdido todo", asegura María.

Al entrar por la puerta principal la pregunta es clara: "¿Qué necesitas?" Y es que no hay tiempo para deambular. El claustro de profesores se ha convertido en un almacén de botellas de lejía, se cuentan por cientos. Al lado está el despacho del director del centro, Pablo Gras. Lo único que se puede ver ahí es una mesa con barro y una montaña de cosas apiladas que han podido salvar; entre ellas, la torre del ordenador, que ya empieza a oxidarse porque el agua la sepultó al estar en el suelo. "En esa torre hay 12 años de dirección, a ver si se puede recuperar", indica Gras, que asegura que en la nube tiene algunos archivos, pero no descarta perder informes, documentación importante y contraseñas relevantes.

La siguiente clase era el despacho de la orientadora, una estancia que acumulaba toda la documentación de los alumnos. Ahora hay tres mantas dispuestas directamente sobre el suelo donde tratan de descansar voluntarios o efectivos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. La jefatura de estudios era el centro logístico de toda la parte pedagógica de un centro con una capacidad para 500 niños, donde se gestionaban horarios, sustituciones, programaciones... Ahora, en la sala no hay absolutamente nada. Se ha perdido todo.

El patio de recreo quedó arrasado y, tras limpiarlo, está siendo utilizado como espacio para que coman voluntarios, militares, efectivos de la UME, etc. Ahí también hay aparcados vehículos especiales, camiones gigantes para desmantelar el centro, para retirar todo lo que se ha comido el agua y el lodo. ¿En qué momento una escuela ha pasado a albergar tanta ayuda? "En el momento en el que todo estaba desbordado. Mientras llenábamos las aulas de productos de primera necesidad, se iba quitando el lodo. Era una rueda y todo se ha hecho con voluntarios, familias de aquí y gente que venía de fuera, además de profesores que han colaborado", apunta el director del CEIP Lluís Vives.

"Se ha hecho sobre la marcha, pero con sentido común y buena voluntad. Juan Carlos, el conserje, ha hecho una labor buenísima desde el principio; tres policías que son vecinos vinieron voluntariamente...", agrega. En una pequeña estancia hay una peluquería, que no dudaron en habilitar tras la experiencia de la pandemia. "Parece una tontería, pero verte un poco mejor en esta situación ayuda mucho", dice Juan.

Continúas andando por el pasillo y ves el gimnasio convertido en centro de almacenaje de ropa donada. Hay miles de prendas convertidas en montañas de solidaridad. La biblioteca está a rebosar de botellas de agua; la clase de 1º de Primaria alberga material de limpieza; la de alumnos con necesidades especiales está hasta arriba de bricks de leche. Y otras tantas están llenas de pañales, potitos...

Al subir las escaleras, donde el agua no llegó, las aulas han pasado a ser estancias sanitarias. En el descansillo se ha habilitado una sala de triaje de un improvisado centro de salud para hacer curas, pasar consulta de Traumatología, Pediatría... "Los centros de salud del pueblo siguen funcionando, pero hay gente que no puede cruzar hasta allí porque está impracticable y vienen a este punto de atención sanitaria", comenta Gras. Un servicio que pueden ofrecer gracias a los sanitarios voluntarios que se han desplazado a Paiporta, y a aquellos especialistas que no pueden ir a ejercer a Valencia, y lo hacen desde aquí.

También tienen un aula de atención psicológica, podólogos y varios almacenes para guardar medicación. En esa primera planta también estaba el aula de música, que ahora es una 'casa' de limitadas dimensiones donde vive el conserje con su mujer y sus hijas después de perder su vivienda.

Recuperar la normalidad

¿Y cuándo este centro podrá retomar su actividad habitual? Es una pregunta que Gras no sabe responder. "Ahora lo están limpiando y, en la medida de lo posible, desinfectando. El suelo se hincha, se está pudriendo en algunas aulas... Han venido de Infraestructuras de la Generalitat a determinar el estado del centro", dice. "La fecha de inicio sería este lunes (hoy), pero es cierto que nos han dicho que los centros de Paiporta van a hacer un inicio de la actividad escolar progresivo a medida que vayan estando en condiciones higiénicas para estar y para acceder, porque los niños vienen de sus casas en un escenario en el que hay agua podrida, barro, máquinas trabajando... no es seguro para que haya niños pequeños circulando. Cuando eso esté bien, los niños podrán acceder", explica el director.

La realidad es que el suelo de las aulas hay que levantarlo y cambiarlo. También hay que hacer catas en la pared para ver el nivel de afectación por el agua. Todo el sistema de calderas está dañado. "Por aquí ya han pasado bomberos para certificar que no hay daño estructural en las instalaciones; desde la Administración ha habido acompañamiento", reitera Gras. De momento, entre ser centro logístico y dar ayuda a los afectados, también trabajan en recuperar su propia normalidad. Están haciendo inventario de todo lo perdido: libros, sillas, pupitres... "Tenemos que empezar de cero", reitera. También adelanta que se va a mantener la atención de comedor a las familias becadas, alrededor de 300 niños. "Hay que restablecer este servicio, pero primero necesitamos volver a poner en pie la cocina y asegurarnos que los productos frescos pueden llegar hasta aquí cada día para hacerlo posible", dice.

El director del centro se muestra convencido de que saldrán de esta, pero necesitarán más tiempo del que le gustaría para poder hacerlo. "Los superhéroes de que esto salga adelante son los voluntarios", insiste. Sin ellos, dice, nada sería posible. Esa solidaridad desbordada que está en cada municipio afectado por el paso de la DANA impulsa a los residentes a seguir con fuerza, a pesar de haberlo perdido todo y haber tenido que paralizar su vida.

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