Auschwitz: el mayor recuerdo de la crueldad humana

La historia de la crueldad humana es larga y dura, pero entre sus capítulos ninguno evoca la gravedad de la matanza de personas, en su mayor parte judías, perpetrada en Auschwitz y Birkenau, dos lugares de Polonia elegidos por los nazis para organizar con sus mayores instrumentos científicos químicos y sádicos la forma más eficaz de asesinar a más de un millón de personas indefensas y después de haber sido sometidas durante la espera de meses por su turno para entrar en las cámaras de gas, de las que saldrían convertidos en cenizas, a todo tipo de penalidades y vejaciones.

Hoy se cumple oficialmente el aniversario del día en que las tropas soviéticas, que se enfrentaban a las de Hitler en la Segunda Guerra Mundial, declararon liberado aquel entramado de muerte que se ha convertido en el mayor exponente de lo que pasaría a conocerse para siempre como el Holocausto. Este veintisiete de enero se cumplen ochenta años de aquella jornada de liberación de los rehenes —que todavía eran millares— de sobrevivientes que tuvieron la suerte de librarse de su exterminio por horas. En realidad, hacía ya dos días que los guardianes y ejecutores del campo habían abandonado cobardemente sus puestos huyendo del final que les esperaba dejando a los prisioneros abandonados sin saber que estaba ocurriendo e ignorando el final de sus desgracias.

Visité por primera vez ambos campos, separados apenas por ocho kilómetros, un día helado con la nieve recordando el fio en que pasaron sus últimos días las víctimas y guiado por una sobreviviente que, antes de apretarme la mano, me estremeció al extender el brazo para mostrarme el tatuaje de su número de identidad con que la identificaban sus guardianes. La impresión que me causó, como a todos los visitantes, fue sobrecogedora. Además de las cámaras de gas de donde salían las víctimas convertidas en cenizas, también se visitaban los recuerdos más impresionantes de lo que podríamos considerar como el museo de la muerte y las torturas: montones de pelo, de calzados viejos, dentaduras a las que se había arrancado el oro y decenas de otros recuerdos más de las víctimas.

La conmemoración del ochenta centenario de la liberación del mayor y más terrible de los campos nazis, suponiendo que los otros quinientos repartidos por los otros territorios ocupados por otros de la lista, contará hoy con el reconocimiento y homenaje a las víctimas de decenas de reyes —entre ellos Felipe VI y Letizia—, jefes de Estado y de Gobiernos cuya presencia dejará testimonio del rechazo a la barbarie y de la necesidad de que la humanidad se mentalice para siempre del horror y la violencia entre seres humanos sea cual sea su origen.

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