Alto el fuego en Gaza: una buena noticia empantanada

La buena noticia de la tregua en la guerra de la Franja de Gaza causó alegría bastante generalizada —ya estamos hartos casi todos de muertos, bombardeos y rehenes— pero lamentablemente está revelándose bastante precipitada. Las negociaciones de paz celebradas durante varias semanas entre los Estados Unidos y Hamás con la mediación de Egipto en Dakar, seguramente han avanzado, aunque cantando victoria antes de tiempo.

Tal parece que el anuncio de la tregua de seis semanas anticipado en Washington, todavía por la Administración demócrata en sus últimas horas, respondió en buena parte al interés del presidente Biden y de su secretario de Estado, Antony Blinken, por tan importante éxito diplomático antes de traspasarle el poder al imprevisible Donald Trump, el próximo lunes. Pero una cosa es un acuerdo en torno a una mesa y otro lograr la paz en una guerra.

Israel y concretamente Netanyahu, su primer ministro, celebran que se libere a los 33 rehenes que Hamás mantiene en su poder, pero sin aceptar garantías creíbles de que Hamás y su padrino Irán, vayan a renunciar a seguir en su obstinación armada contra Israel y su propia existencia como país soberano de una parte del territorio que consideran pertenece íntegramente a los palestinos. Y entre los israelíes hay muchos que opinan que su seguridad está primero y secundan la intención de acabar con Hamás antes de retirarse.

Respondió en buena parte al interés de Biden por tan importante éxito diplomático antes de traspasarle el poder al imprevisible Trump

Tampoco es menos cierto que Hamás —y siempre con los ayatolas iraníes que los secundan— se resista a renunciar a su recurso a la violencia y a enfrentarse en solitario a la reconstrucción de los grandes daños materiales de una destrucción en un territorio muy limitado, sin recursos y con cerca de tres millones de habitante, empeñados en mantener su independencia de la Palestina cisjordana donde se halla el Gobierno, con sede en la ciudad de Ramala, de Mahmud Abás, que representa ante el mundo el reconocimiento de un futuro Estado unificado.

La Gaza en guerra, gobernada por el grupo terrorista que es Hamás, no cuenta, como se ha estado viendo estos meses, con el apoyo real de sus hermanos de la otra parte del territorio dividido y no sólo geográficamente, ni tampoco con el soporte de la mayor parte de los demás países árabes, enfrentados con Irán que viven un proceso de Alejamiento de Irán a cambio y de establecer relaciones diplomáticas con Israel, como Marruecos o los Emiratos Árabes Unidos, y el acercamientos con otros como Arabia Saudita.

Desde el lunes se unirá Washington a estas discrepancias cuando Donald Trump se instale en la Casa Blanca. Es impredecible nada de cuanto haga o disponga, pero parece bastante probable que se ponga del lado israelí con el que ya manifestaba mayor afinidad en su anterior mandato, hace cuatro años. Si la pretensión de su predecesor no se confirma, enseguida, querrá ser él quien intente apoderarse de ese éxito. En cualquier caso, lo más importante y deseable es que el censo de víctimas en Gaza como en el resto del mundo deje de aumentar.

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