El ala de la Moncloa

Un ministro de la anterior legislatura –no era socialista– descubrió con tardío entusiasmo la serie de televisión El ala oeste de la Casa Blanca. Se lo dijo a su líder político de entonces y este le espetó: "Lo que hay que ver es Juego de tronos, porque ahí se pelean de verdad. En El ala oeste se pasan el día pactando". Puede que ese pálpito de pistoleros haya tenido influencia en la política española de los últimos años. Puede también que la extrema candidez casi seráfica del documental que se ha grabado en el palacio de la Moncloa para darnos a conocer su actividad haya provocado el rechazo de todas las cadenas y plataformas de televisión a la hora de emitirlo. No lo sé. Es parecido a lo que me dijo un conturbado asesor político sobre la influencia de la novela de Vargas Llosa, La fiesta del chivo, a la hora de avivar autoritarismos.

Lo que sí sé es que El ala Oeste de la Casa Blanca es una serie de televisión para vivir en ella largas temporadas. Recomendaba a mis alumnos de comunicación pública solo dos lecturas obligatorias: La democracia en América, de Alexis de Tocqueville, y las primeras memorias de Julio Feo, Aquellos años. A ellas le uniría ahora las peripecias de los personajes de El ala oeste. Agazapado de realidades, me paseo estos días con el presidente Barlet, su jefe de gabinete y ese bello escritor de discursos de cadencias precisas que propone el actor Rob Lowe, que una vez fue hijo de Jacqueline Bisset. Exquisito.

No hace falta más para saber un poco de mercadotecnia política: el resto se aprende con la práctica, nada la sustituye. Así, la candidez de Moncloa. Cuatro estaciones no despierta adhesiones. Sin haber visto ni un solo plano, sufrió acusaciones variadas de pretendida manipulación de conciencias. Qué ingenuidad.

Zircon - This is a contributing Drupal Theme
Design by WeebPal.