Vacaciones agotadoras: cuando la felicidad se confunde con productividad

En qué momento el ocio se ha convertido en un maratón agotador o, de lo contrario, parece que no es ocio. Ya no nos basta con tirarnos en una hamaca, hasta las vacaciones deben ser productivas o se apodera de nosotros la sensación de estar malgastando el tiempo.

Hay que programar grandes planes. Y que se vean que los hemos programado, claro. O no estaremos aprovechando el verano al ritmo del resto de los mortales que publican en Instagram y TikTok. Ellos no paran, no paran.

Si no vamos al concierto del día, si no posamos en la playa de la roca más bonita, si no cenamos en el restaurante más chic, si en un atrevimiento decidimos sentarnos y, por un instante, paramos a pensar. Entonces, recorrerá por nuestro cuerpo el escalofrío de estar quedándonos atrás.

Hemos pasado de ser ciudadanos a consumidores las 24 horas. Aunque tampoco es suficiente con gastar, cada paso que damos también debe poseer un beneficio visible. Muchos ya no viajan sólo por el goce de descubrir, muchos ya no tapean por el placer de la experiencia gastronómica, muchos ya ni siquiera acuden a un concierto por la pasión por la música... sino por el pánico a no estar. Y no salir en la foto.

Resultado: desconocemos qué hacemos porque queremos hacerlo y qué hacemos porque queremos que se vea que lo hemos hecho. Atrapados y aturullados en la sociedad de la apariencia, planificamos el asueto como una carrera donde más es mejor. Y, sobreestimulados, acabamos exhaustos, cuando el asueto debería dejarnos descansados y oxigenados.

Pero la civilización hiperconectada nos pone a competir todo el rato y en todos los ámbitos. Incluso en el ocio. Sin margen para respirar y coger carrerilla. Tampoco en los días de vacaciones. Hemos interiorizado la palabra felicidad como sinónimo de productividad. Porque en la Era de la Viralidad no es suficiente con consumir, también debemos generar contenido propio con lo que consumimos.

La alegría que no se comparte en las redes no existe. Así las expectativas gigantes nos van paralizando y nos pueden impedir entender que la verdadera felicidad, en realidad, es la serenidad. Esa tranquilidad que te permite ir por libre, que te ayuda a celebrar la cotidianidad hasta olvidarse de la comparación con los alardes de las vidas urgentes, sin pausa, sin freno, sin aire.

Zircon - This is a contributing Drupal Theme
Design by WeebPal.