Pues, ante todo, humildad. Otra vez el devenir de la historia nos ha vuelto a sorprender y desconcertar. Hace cuatro años, tras el asalto al Capitolio, instigado por un Donald Trump que se negaba a reconocer su derrota frente a Joe Biden, nadie hubiera imaginado su regreso triunfal a la Casa Blanca, empezando por el hecho mismo de que pudiera volver a presentarse.
El destino del magnate demagogo parecía la inhabilitación y, seguramente, la cárcel por diversos delitos graves. Sin embargo, el Tribunal Supremo, formado por una mayoría de jueces conservadores, en parte nombrados por el propio Trump, le concedió una amplia inmunidad sobre sus actos como presidente, lo que ahora resulta aterrador de cara a su próximo mandato. Aunque a fecha de hoy tiene cuatro casos penales por dilucidar, nada ya va a poder impedir que vuelva al poder, sobre todo tras una victoria electoral tan contundente.
Si lo que parecía imposible ha sucedido, por muy horroroso que a los europeos liberales de izquierdas o de derechas nos parezca el personaje, es porque los norteamericanos así lo han decidido, a falta, claro está, de una alternativa mejor por parte del Partido Demócrata que superase al republicano en carisma y capacidad discursiva. Llevamos una semana analizando las claves de su contundente victoria, y se apunta a razones económicas, particularmente al peso de la inflación, pero también al hecho de que la relación del votante con la verdad ha cambiado.
La mentira y la capacidad de reescribir la realidad tienen premio si quien lo hace es un showman que promete con desparpajo una nueva época dorada en América. Su retorno certifica que los demócratas están desconectados de la clase trabajadora y del americano medio, en parte por culpa de la agenda woke que destruye la idea de ciudadanía y la atomiza en múltiples identidades.
Pese a la mala noticia de su regreso a la Casa Blanca, debemos evitar el catastrofismo. Hay muchos interrogantes sobre sus promesas en campaña. El fuerte proteccionismo que propugna es incompatible con bajar la inflación y tipos de interés moderados. Los aranceles son de ida y vuelta, y al negocio de Elon Musk, propietario de Tesla, figura clave en el entorno de Trump, el aislacionismo comercial no le iría bien. En cualquier caso, para los europeos su presidencia nos obliga, primero, a hacernos responsables de nuestra defensa, gastando más y coordinándonos de verdad. Y, segundo, a tomarnos en serio la competitividad, como señalaba el informe Draghi. Estamos perdiendo fuerza industrial, y ahora mismo, por ejemplo, el sector automovilístico peligra ante el desarrollo del coche chino. En Europa, los obstáculos fiscales y el exceso de regulación impiden que la innovación florezca.