El fallecimiento de un familiar, una ruptura sentimental, una depresión, una pérdida del empleo... Estos son los detonantes más habituales para que una persona, tras atravesar un cúmulo de circunstancias desagradables, puede verse abocada a vivir en la calle. Las personas sin hogar en España han subido en la última década un 24,5%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que contabiliza 28.552 personas de centros asistenciales. Esta cifra, sin embargo, no incluye las personas que duermen en la calle, más difíciles de contabilizar por diversas cuestiones como la meteorología. Cáritas, que atiende a alrededor de 40.000 personas, advierte de que el 30% de los casos registrados en el INE son menores de 30 años. De ellos, gran parte son chavales con la mayoría de edad recién alcanzada o veintipocos años que migran a España o salen de los sistemas de tutela.
Con el lema 'Caminemos Juntos', Cáritas y la Federación de Asociaciones de Centros para la Integración y Ayuda a Marginados (Red Faciam) han presentado este jueves en Madrid, con motivo del Día de las Personas sin Hogar que se conmemora este domingo, la campaña de personas sin hogar de este año. El acto ha contado con la participación de personas que, con diferentes 'mochilas' y 'zapatos', han tenido que dormir en la calle durante un periodo de su vida. "A la situación de sinhogarismo se llega por muy variadas circunstancias y muchas no son achacables a las personas. Las políticas de empleo, de vivienda, las prestaciones cuando no puedes trabajar, las dificultades para ejercer en general los derechos de ciudadanía... Puede que en teoría todos tengamos las mismas oportunidades pero lo cierto es que no todos partimos del mismo lugar", ha denunciado Susana Hernández, presidenta de Red Faciam.
Hernández ha lamentado que el precio de la vivienda "en general ha aumentado un 51%" y que "hay personas y familias que tienen que dedicar incluso el 60% de sus ingresos a pagar un techo", lo cual supone "estrés financiero extremo". Lo recomendable es que los gastos de la vivienda no superen el 30% de los ingresos. La especialista ha clamado a las administraciones políticas de vivienda, empleo y sociales: "Todas las personas tienen derecho a contar con un lugar digno seguro", ha reivindicado, al tiempo que ha recordado que ese es uno de los objetivos de la Estrategia Nacional para la lucha contra el Sinhogarismo y la Declaración de Lisboa para 2030.
Luis: "Me dejé ayudar"
"Mírame, ponme nombre, invítame a tu vida, inclúyeme en tu espacio confía en mí". Esas son las principales peticiones de las personas sin hogar, ha expuesto Hernández. El acto ha contado con la presencia de varias personas que, por diferentes circunstancias, no han tenido un techo bajo el que cobijarse durante un periodo de su vida.
Una de ellas es Luis, que nació hace 59 años y vive en Madrid. Ha pasado casi cinco años en la calle tras problemas con la droga que le llevaron a perder todos sus recursos. De la calle destaca la "soledad" y la "desconfianza". Luis reconoce su responsabilidad, pero afirma que "a todo el mundo le puede pasar, tengas problemas con una cosa o con otra". "Me han robado, que da hasta vergüenza decirlo, porque ya ves qué me van a quitar, me han pegado...", relata de su época en la calle.
Tras "dejarse ayudar", algo que recomienda, ahora se muestra muy agradecido con el Hogar Isaías, gestionado por Cáritas, donde vive desde hace cinco meses y del que destaca el apoyo y la compañía que tiene por parte del personal y los demás residentes.
Con su transportín de la máquina de oxígeno que le ayuda a respirar con medio pulmón y a la espera de un trasplante, ahora destaca que dispone de una "habitación en condiciones, un aseo en condiciones, un comedor para comer en condiciones y a diario, una biblioteca, sala de televisión, un jardín... Estoy que no me lo creo todavía", reconoce. "Mi problema era que no tenía dinero para pagar una habitación y Cáritas me ayudó. Me ha cambiado la vida completamente, ahora lo tengo todo más controlado".
Luisana: "Soy hija de la nada"
Esta joven de 34 años decidió "huir de la situación" en su país, Venezuela. Es la mediana de cinco hermanos, trabajaba en Recursos Humanos y tenía "una vida normal, con familia, amigos y trabajo", pero lleva 10 meses en España viviendo una experiencia que nunca imaginó. "Llegué completamente sola, pasé el duelo migratorio siendo inmigrante sin papeles ni permiso para trabajar y un colchón de dinero muy chico que se terminó". Al principio acudió al Samur Social y desde allí la derivaron al centro CEDIA. Tras tres días de espera, le asignaron una plaza. "Tenía un techo y ya eso me daba tranquilidad y felicidad", relata. Un mes después, le ofrecieron un piso. "Lo que más me gusta es el acompañamiento integral que tengo", dice una persona que se siente "la hija de la nada".
De sus días en la calle subraya el "miedo", la "vulnerabilidad" y "el frío", pero sobre todo "terror de que te pueda pasar algo, eres una presa fácil porque eres mujer, porque estás sola". Sintió también "tristeza" y "frustración", dice con una resiliente sonrisa en la boca. Y es que, a pesar de todo, se siente "afortunada" y está dispuesta a "darle la vuelta a la tortilla". Irradiando energía y positivismo, realiza un balance "positivo": "Sé que puede sonar un poco ambiguo, pero veo muchos aspectos positivos. Esta situación me ha ayudado a crecer", asegura.
Joysse: "En la calle no se duerme, pasaba las noches en los autobuses nocturnos"
Joysse llegó a España desde Perú, su país natal, donde dejó a sus dos hijas pequeñas, en diciembre de 2022. Vino con la esperanza, que aún mantiene, de ofrecerles a sus hijas una vida mejor. Aterrizó en Badajoz, donde trabajó de interna cuidando de una señora mayor que se murió a la semana. El hijo no le pagó y la dejó en la estación de tren "sin conocer a nadie". Allí le ayudaron dos compatriotas a llegar a Madrid, donde se encontró "en calle", como ella describe. Al verse sin nada, pensaba: "No lo puedo creer, de estar en casa con tus hijas, que es lo que más extraño, a estar en la calle. No tenía miedo, sentía cólera, mucha rabia y mucho frío. Ese frío de decir dónde me meto, dónde voy. Pero eso no me acobardó, me dio más fuerza, no me puedo volver con las manos vacías, he venido a un objetivo", relata con tesón.
Para soportar el frío de su primer invierno en España, en la calle, se envolvía "como una astronauta" y seguía a otras personas sin hogar que encontró. Así fue cómo descubrió el centro de Cáritas de la calle Concepción Jerónima, 19, donde se pudo dar un baño. "En la calle no se duerme, me subía a cualquier búho [autobús nocturno] y estaba hasta el final". El Samur la acompañó a Cruz Roja y de ahí saltó al centro CEDIA tras otro trabajo de cuidadora y tener que volver a la calle tras perderlo. Actualmente, se gana la vida limpiando, se ha hecho voluntaria y se ha decidido a estudiar tanatopraxia "porque tiene poca demanda" y quiere un trabajo que no le falle para poder traer a sus hijas. Las pesadillas ya quedaron atrás.
Carlos: "Hay que valer para dormir en la calle"
Carlos tiene 66 años, nació y vive en Madrid. En el albergue Santa María de la Paz, gestionado por los Hermanos de San Juan de Dios. Tras trabajar de autónomo en diversos negocios y ser taxista, perdió el empleo y con el paro no le llegaba para pagar el alquiler. "Hay que valer para dormir en la calle, aunque sean dos días, no es nada fácil", lamenta este hombre, que prefiere no aparecer con foto. En el mencionado centro lleva seis años, pero por su edad ya no puede continuar y ahora está esperando a que le asignen una vivienda social. En el centro, que "se paga porque te lo hacen todo", dispone de compañía y la posibilidad de realizar actividades que le gustan. Sus ingresos proceden del Ingreso Mínimo Vital, un recurso que la presidenta de Red Faciam ha advertido que "es muy complicado" que llegue a las personas sin hogar.