La visita de Sánchez, Mazón y los reyes a Paiporta ha sido una metedura de pata. No era el momento de dar un paseo institucional por unas calles que aún acumulan cadáveres en los garajes. No era el momento de consolar a unos vecinos que lo han perdido todo y sienten que les han abandonado justo los que van a estrecharles la mano. Al menos, los reyes, tras el derrape, supieron agarrar el volante y conducir por el fango con escuchas, disculpas y abrazos; no hace falta ser monárquico para saber apreciarlo. Tampoco hay que ser de izquierdas para ver la incompetencia de Mazón en la gestión de la Dana, empezando por la prevención y siguiendo con la respuesta. Ahora, para darse cuenta de que Sánchez se está lavando las manos y aprovechando la situación para hacer campaña contra el PP, según sus votantes que ya son fanáticos, sí que hay que ser de ultraderecha.
Vaya por delante que lo del palazo que le dieron ha cruzado una línea que pone en peligro nuestra democracia. Agredir a un político es inaceptable y así deben condenarlo todos los partidos o nos vamos directos a un estado demencial. Ahora, eso de que los abucheos que recibió la comitiva fueron solo cosa de grupos marginales de ultraderecha, como contó Sánchez en cuanto se puso a cubierto... Que sí, hubo mensajes rulando por WhatsApp y unos cuantos cafres neonazis avivando las llamas a los que hay que parar los pies, pero lo que de verdad hubo fue un pueblo de Valencia indignado por la peor gestión de una crisis de la historia reciente. Que el presidente tire solo del comodín de la ultraderecha es no asumir responsabilidades. E insultar a las víctimas.
Agredir a un político es inaceptable y así deben condenarlo todos los partidos o nos vamos directos a un estado demencial
Sánchez lo hace porque sabe que ese rollo le funciona, como con lo del caso Koldo, que es culpa de la ultraderecha mediática. ¿Lo del registro del despacho del fiscal general del Estado? Vox, claro. Y lo de que Begoña Gómez esté imputada, igual, es todo un complot. Y la Dana ahora es facha también… Paradójicamente, esa ideología extrema de la que tanto reniega es la que hace que se mantenga en el poder, permitiéndole pactar hasta con el diablo si es necesario. Ha conseguido convencer a sus fanáticos de que nos tiene que salvar a todos de la ultraderecha, que como gane flipamos. Como si VOX no gobernaran ya en coalición con el PP en 5 comunidades autónomas y 140 ayuntamientos, y en otros 26 municipios con mayoría absoluta.
Pero da igual, Sánchez tiene el famoso relato ganado con sus adeptos como si Vox aún fuera una amenaza futura. Y le viene genial para no hacer autocrítica, ni dimitir. Debería hacerlo por agarrarse al dilema de las competencias autonómicas (las que se saltó para gestionar Madrid en el COVID) habiendo vidas en juego para que el malo fuera el PP de Mazón (otro que también debería coger la puerta). Pero que ahora no es el momento de soltar los mandos. Ahora ambos deberían centrarse en mostrarse, por una vez, unidos para lo que necesite Valencia. Y ha quedado claro que no son visitas institucionales.