Kiki Morente pone a zapatear al teatro Albéniz arropado por sus hermanas Estrella y Soleá en una noche de lluvia y flamenco

Kiki Morente no empezó su concierto este martes lluvioso en el teatro Albéniz de Madrid cantando. Lo hizo hablando en un vídeo, solemne en blanco y negro, en el que reclama y exhibe el flamenco como modo de vida y de arte. Cuando todo esto, música y pasión, corre por las venas de uno como el agua por el cauce de un río abundante, hay que esmerarse mucho en que las notas resuenen sin que asome la nostalgia. Él lo consiguió.

Se adivina que Kiki nunca será Enrique, porque eso sería velar el nombre de su padre, quien engendró una saga en la que él es un eslabón creciente. Kiki Morente presentó en Madrid, su ciudad favorita, junto con Granada, donde nació, su espectáculo Azabache, que es como se titula su tercer disco.

Azabache es un disco flamenco en el que se homenajea al cante clásico, a sus cimientos, que va más allá, incluyendo destellos de sonidos y tendencias actuales. Un trabajo que pretende demostrar cómo se hacían las cosas antes en el flamenco, el de su padre y maestro, y evolucionar.

El recital, dentro del Universal Music Festival, transitó durante casi dos horas entre el fervor del público, que mandaba mensajes de compañía al cantaor, y su grupo de músicos y amigos, entregados en el escenario al duende del joven Morente.

Kiki recordó entre flamenco y pop que el Albéniz, teatro emblemático que estuvo a punto de ser demolido por las piquetas para ser sustituido por un bazar, fue escenario de su infancia sonora. El lugar en el que sintió entre bastidores los triunfos de su padre y en el que conoció a los grandes, de quienes ha aprendido y se ha dejado llevar. Porque como ha dicho, el flamenco es el oficio de su casa.

A sus 34 años, el menor de los hermanos Morente hizo uso de sus buenas maneras, pero también de la humildad que da ser el penúltimo en llegar, el que todavía está absorbiendo de otros.

Por eso, interpretó varios temas con algunos de sus compañeros de escena, como Juan Carmona, hijo del integrante de Ketama, una de las influencias de Kiki. Los guitarristas, su primo Joni Jiménez y Carlos de Jacoba, la pareja de ases, como los calificó su 'jefe', tuvieron sus momentos propios, incluso cantando el último de ellos.

También el bailaor El Yiyo arrasó con sus pasos en medio de prolongados aplausos. A sus 28 años, este badalonés bailó, que antes que caminó en pañales, es uno más en el grupo de los Morente.

Como lo es Curro, el hijo de Estrella Morente y Javier Conde, que a sus casi 22 años (los cumple el 1 de julio) toca el cajón y lleva el ritmo familiar en la sangre, en los pies y en las manos.

Aunque la traca final, que dirían los castizos, la puso "mi hermana", a secas, como presentó Kiki a su mentora, Estrella Morente. La voz de la hermana mayor retumbó en el Albéniz como un eco acogedor y familiar, bailó y se mesó la melena admirando a su hermano con la mirada, sin quitarle su sitio en su día, pero dejando 'claro' que el mando artístico lo sigue llevando ella.

El festival Universal continúa este miércoles con Marta Sánchez, el jueves con Carmen Linares, el viernes con Las Migas y el sábado con la portuguesa Dulce Pontes.

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