Hay una cita que se atribuye a Lenin, el padre de la Revolución Rusa: "Hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que pasan décadas". La última semana de Íñigo Errejón (Madrid, 1983) ha sido, desde luego, una de esas que remueven los cimientos del tablero político, aunque lo cierto es que la década que ha pasado en primera línea tampoco ha sido precisamente tranquila. Errejón cofundó el partido que acabó con el bipartidismo en España de la mano de Pablo Iglesias. Pasó una travesía por el desierto durante años con el fallido experimento de Más País. Y, cuando había recuperado en Sumar buena parte del poder perdido, se va por la puerta de atrás cercado por denuncias públicas de violencia machista.
El miércoles, nada hacía sospechar que Errejón fuera a abandonar todos sus cargos institucionales y orgánicos. El hasta ahora portavoz de Sumar ejerció con normalidad su cargo y fue el encargado de verbalizar las críticas de su grupo a la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, tras la comparecencia de esta en el Congreso. Pero apenas un día después, Errejón anunciaba a través de Twitter su adiós. Sin declaraciones públicas, sin preguntas de los periodistas. Tan solo un comunicado en el que afirmaba haber "llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona" y donde desvelaba que "el ritmo y el modo de vida en la primera línea política" había "desgastado" su "salud física y mental" y su "estructura afectiva y emocional".
En sus palabras, no obstante, apenas se dejaba entrever alguna pista del motivo real de su cese: la denuncia de la periodista Cristina Fallarás, que hace unos días publicó un mensaje anónimo en el que una mujer relataba haber sido víctima de un "maltratador psicológico" y donde aseguraba que dicho dirigente político "monta números" cuando las mujeres con las que tiene relaciones sexuales se niegan a realizar "prácticas humillantes". En esa denuncia, el nombre de Errejón no aparecía por ninguna parte. Pero en las redes sociales y en el espacio a la izquierda del PSOE, las voces que lo señalaron no fueron pocas: primero tímidamente, después como un alud.
El propio Sumar afirmó en un escueto comunicado este jueves que había aceptado la renuncia de Errejón tras haber iniciado una investigación por las acusaciones contra él. Pero no es el primer partido del que el ya exdirigente termina saliendo escaldado. Su ruptura más importante, por lo que representó en ese momento, fue con Podemos, la organización que contribuyó a fundar en 2014. Errejón dejó la formación morada en 2019, aunque la fractura comenzó mucho antes, en 2016, cuando las diferencias estratégicas y políticas con Iglesias terminaron tornando en un abismo personal que fracturó el tándem que ambos conformaban. Todo ello ante los ojos de una España que contemplaba absorta aquella crisis política de tintes telenovelescos.
Una vez fuera de Podemos, Errejón se alió con la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, también distanciada de Iglesias, para formar Más Madrid. Se presentó a las elecciones autonómicas de ese año con su nuevo partido logrando un gran resultado: 20 escaños, por siete de Unidas Podemos. Pero en la Asamblea regional duró poco: a finales de ese mismo año 2019, el dirigente fundó Más País y concurrió a la repetición de los comicios generales. Las encuestas llegaron a pronosticar que su apuesta tendría más de una decena de escaños y que robaría a Unidas Podemos buena parte de su electorado. No obstante, el resultado fue un sonoro fracaso: apenas tres diputados en alianza con Compromís, con los morados en 35 parlamentarios.
Lo que vino después fue una larga travesía en el desierto. Mientras sus excompañeros morados accedían por primera vez al Gobierno, Errejón tuvo que conformarse con el grupo mixto en el Congreso, donde intentó hacer bandera de asuntos como la salud mental o la jornada laboral de cuatro días semanales. Su tiempo en la tribuna era escaso, pero el dirigente logró no perder el foco mediático durante toda la legislatura. Y, con el choque entre Podemos y Yolanda Díaz que se produjo en 2022, poco después de que Iglesias la designara su sucesora en la Vicepresidencia del Gobierno, Errejón comenzó a recuperar algo de protagonismo.
La resurrección política en Sumar
El dirigente maniobró para acercarse poco a poco a Díaz aprovechando la ruptura de la dirigente con los morados. Ella, por su parte, lo acogió con entusiasmo. Y en junio de 2023 se confirmó que Errejón ocuparía el puesto número 4 en la lista de Sumar a las elecciones generales, unos comicios para los que fue una pieza clave en la campaña de la coalición. Logró revalidar su escaño y, por sorpresa, la izquierda consiguió mantener por los pelos su mayoría en el Congreso para seguir gobernando.
Tras esa resurrección política, no obstante, Errejón volvió a caer en un segundo plano durante los primeros meses de legislatura. Díaz evitó dar protagonismo a ninguno de sus aliados y eso le incluyó a él, que quedó como diputado raso en el grupo parlamentario pese a que casi todos sus compañeros, pese a los recelos que generaba entre muchos de ellos, lo reconocían como la mente más afilada del partido y como uno de sus mejores oradores.
La oportunidad volvió a presentársele a Errejón tras un choque, en este caso de Sumar con la realidad. La primera portavoz parlamentaria de la formación, Marta Lois, fue enviada por Díaz a Galicia como candidata autonómica, y su candidatura saldó con un sonoro batacazo, puesto que Sumar no logró ni un solo diputado en el Parlamento de Galicia. Pero, con la salida de Lois del Congreso, el puesto de portavoz quedaba libre. Y, tras varios días de dudas, Díaz nombró a Errejón para el cargo.
El dirigente volvía así a la primera línea del puente de mando de la izquierda a la izquierda del PSOE siete años después de que sus tesis fueran derrotadas en el convulso congreso de Vistalegre 2 de Podemos y de que Iglesias le destituyera como portavoz morado. Pero en ese puesto ha durado tan solo nueve meses, hasta que las denuncias por violencia machista le han forzado a dimitir. "Hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que pasan décadas", decía Lenin. Y la última semana, para Íñigo Errejón, ha sido la que ha cerrado su década en política institucional.