El miedo constante a la muerte de los hipocondríacos: "La niña asustada que llevo dentro me dice que estoy enferma"

Llegaba la hora de Educación Física en el colegio y, con ella, los pensamientos oscuros y el miedo a la muerte, siempre el miedo a la muerte. "Me tocaba hacer una voltereta y pensaba: 'Me voy a romper el cuello'", recuerda, tres décadas después, Laura Honrubia, una educadora social de 41 años. Honrubia está diagnosticada con trastorno de ansiedad por enfermedad, una condición también conocida como hipocondría.

Su primera infancia estuvo irremediablemente marcada por la muerte de familiares cercanos. Su madre falleció cuando ella tenía tres años y medio y, a los siete, murieron su tío -"era como un padre para mi"- y su abuela. Desde entonces, recuerda, siempre vivió con miedo a la muerte.

"Siempre estaba con el 'me duele aquí, me duele allá', y yo todas las explicaciones que me daba eran de que me estaba dando un infarto, de que me iba a morir", explica Honrubia, que siguió arrastrando esa obsesión por la muerte el resto de su vida. "Empiezas a somatizar por el estrés y aparecen un montón de síntomas físicos. Diferentes dolores difusos. Un día la cabeza, otro día el estómago, otro día el corazón. Te afecta a la hora de concentrarte, te afecta a la hora de tener energía y te afecta a las relaciones sociales en cuanto a que tú tienes una preocupación muy grande y tu tema central es: '¿Qué me pasa, qué será?'".

Los hipocondríacos son personas que conviven con un pensamiento obsesivo y recurrente sobre la muerte. En muchos casos, este trastorno mental se desarrolla por situaciones traumáticas como el fallecimiento de seres queridos, pero también está vinculado a una personalidad obsesiva que puede tener un origen genético. Todo esto hace que sea una condición que, aunque tratable y controlable, puede perseguir a los pacientes durante toda su vida.

"Te afecta a la hora de concentrarte, te afecta a la hora de tener energía y te afecta a las relaciones sociales"

La hipocondría no solo causa dolor en la vida de los que la sufren, también la acorta. Un estudio publicado en 2023 elaborado por científicos de distintas universidades escandinavas concluyó que los hipocondríacos tenían un mayor riesgo de muerte tanto por causas naturales -especialmente enfermedades cardiovasculares y respiratorias- y también por causas no naturales, particularmente, el suicidio.

Honrubia, que lleva conviviendo con la hipocondría desde su infancia con momentos mejores y peores, decidió, en cierto momento, abrazarla y coordinar un libro, Cuando abracé la hipocondría: Viaje compartido para superar la ansiedad por la enfermedad, que ayudase a tantos otros a hacer lo mismo.

"Al final yo sigo teniendo dentro esa niña de siete años asustada, que me dice que voy a tener cáncer o que me voy a morir. Esa niña está en mí y, a veces, aparece otra vez", declara Honrubia. "Esa niña al final lo que necesita es ser abrazada, que le den tranquilidad, que le den cariño y que le acompañen en ese sufrimiento. Aprender a convivir con ello. Y es verdad que resulta que cuanto menos te peleas, cuanto más la abrazas, pues la hipocondría más se va".

Un repunte tras la pandemia

La hipocondría comenzó a ser considerada como una enfermedad mental a finales del siglo XVII y principios del XVIII bajo la etiqueta de "melancolía sin causa real". Desde 2013, en el Manual de Trastornos Mentales (DSM-5), la condición anteriormente conocida como hipocondría pasó a ser dividida, en términos médicos, en dos nuevas entidades nosológicas: el trastorno de síntomas somáticos y el trastorno de ansiedad por enfermedad, siendo esta última la más cercana a la concepción anterior de hipocondría.

Aunque no es fácil cuantificar el número de personas que pueden convivir con las distintas formas de hipocondría, los profesionales médicos señalan a un aumento de casos con estas características desde el estallido de la pandemia del coronavirus en 2020.

Desde el punto de vista de su tratamiento, ha sido una condición abordada mediante diversas terapias psicológicas, siendo la más habitual las técnicas cognitivo-conductuales que permitan detectar al paciente las "malas interpretaciones" de los síntomas físicos que padecen, derivados de la ansiedad y no de una enfermedad terminal.

"Si una persona está preocupada por tener una enfermedad grave, va a empezar a percibir una serie de síntomas físicos de la ansiedad, como pueden ser el aumento de la tensión muscular o la frecuencia cardíaca que esa persona no interpreta como una reacción emocional de alerta, que es lo que es, sino como un posible síntoma de cáncer", explica Antonio Cano, psicólogo especialista en psicología clínica, y expresidente de Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).

Las terapias a las que se somete a estos pacientes no solo consisten en hacer que esta interpretación de los síntomas sea identificada como errónea, sino a aprender, con el tiempo, a saber canalizar unos síntomas que pueden reaparecer en el futuro. En los casos más severos, también resultan útiles los antidepresivos y ansiolíticos que reduzcan el nivel de activación y con él, los síntomas.

"Si una persona está preocupada por tener una enfermedad grave, va a empezar a percibir una serie de síntomas físicos de la ansiedad"

"No basta solo con información, sino que haces un entrenamiento, es como aprender a conducir, no se aprende solo leyendo cómo se hace, sino hay que hacerlo, y entonces ensayar durante probablemente unas cuantas sesiones los errores (de interpretación de sus síntomas) que comete, y entonces a lo largo de un cierto periodo de tiempo, como mínimo tres, cuatro o cinco meses, va a tener varios errores, y durante esos errores vamos a manejarlos como errores, no como evidencia de que tiene una enfermedad grave", añade el doctor Cano.

Gestionar la incertidumbre

En ocasiones, lo más difícil, es la espera de los resultados. El tiempo que transcurre entre una visita al médico a causa de unos síntomas autopercibidos como preocupantes y el momento en el que recibe el diagnóstico suele convertirse en un infierno para una persona hipocondríaca. Cuando las pruebas no reflejan ningún problema, llega un pequeño valle de tranquilidad, que sin embargo, no suele durar demasiado reiniciando el ciclo de la ansiedad.

Honrubia describe en el prólogo de su libro el momento en el que decidió escribirlo, en dirección al médico en busca de una tercera opinión para unos dolores de cabeza a los que los dos anteriores facultativos no habían dado mayor importancia. Pero ella seguía convencida de que algo iba mal y describe cómo en ese momento se sintió como una adicta yendo a por su dosis de tranquilidad momentánea.

Estas visitas repetidas al médico y la correspondiente reclamación de pruebas específicas supone no solo un gasto extra para el sistema sanitario, sino también una actitud en ocasiones poco amigable de los profesionales sanitarios hacia los hipocondriacos a los que ya acaban conociendo en los hospitales y centros de salud. La situación termina por generar incluso sentimiento de culpa en los propios pacientes cuando recobran la calma, pero también que muchos acudan a la sanidad privada, donde no se pone mayor problema a los usuarios siempre que paguen. Esto tampoco suele ser una buena solución.

"En la pública no tienen tiempo para atenderte. Si necesitas algo, te va a tardar muchísimo tiempo, con lo cual no toleramos esa incertidumbre y nos vamos al privado. Y en el privado es todo lo contrario. En el privado es un sinfín de pruebas, con lo cual eso alimenta mucho más nuestra obsesión", declara Honrubia.

Esa gestión de la incertidumbre es la gran dificultad de los hipocondriacos según el doctor Rubén Casado, psicólogo y director de la Asociación Madrileña de Agorafobia y director del podcast La teoría de la mente. "Por supuesto que la enfermedad podría ser aquello que le preocupa, pero en realidad lo que la persona no sabe manejar son precisamente los tiempos de espera, la posibilidad, el '¿y sí…?'", explica Casado. que define la enfermedad más que como un miedo a la muerte, como un miedo al sufrimiento.

"Por supuesto que la enfermedad podría ser aquello que le preocupa, pero en realidad lo que la persona no sabe manejar son precisamente los tiempos de espera"

"Los seres humanos tenemos que convivir con pensamientos sobre el miedo y la muerte, pero no tenemos por qué hacerlos más grandes", opina el psicólogo. "Convivir en realidad tiene que ver con el hecho de que pueden no ser el elefante en la habitación. Pueden ser parte de la vida. Pueden estar ahí. Y puedo aprender a llevar una relación más equilibrada con mis pensamientos".

La barrera de acceso a terapia

Como cada 15 días, las caras empiezan a aparecer en la pantalla cuadriculada de Zoom. Las personas que están entrando en la videollamada son cada una de su padre y de su madre, pero todos tienen en común padecer hipocondría. Al frente de la reunión está Honrubia.

"No había un grupo de estas características, un grupo específico de personas con ansiedad por enfermedad, y quincenalmente nos conectamos voy un poco recogiendo todas esas historias, todos esos testimonios, y poniendo el libro un poco como guía", explica Honrubia. Para muchos de los participantes, esta charla grupal es lo más parecido a una terapia que pueden afrontar, con larguísimas listas de espera en la sanidad pública y precios muy altos por sesión en la privada.

No siempre fue así y Honrubia pudo mejorar y controlar completamente su condición durante años gracias a una terapia grupal de psicodrama a través de la Seguridad Social en la que trabajó en torno a sus traumas. El psicodrama le permitió controlar la hipocondría junto a la música que practica desde los 15 años y que le llevó a formar el grupo Dale al Aire y continuar, hasta la actualidad, con una carrera como cantautora en solitario. "Es una forma de liberar tensión y preocupación muy grande. Para mí eso ha sido de las mejores terapias. Es un lugar donde ahí no hay hipocondría", declara la madrileña.

El control sobre la hipocondría duró hasta que diversas situaciones vitales volvieron a elevar su estrés y preocupaciones, reavivando sus viejos miedos. Regresó entonces a terapia, pero ya por la vía privada, y entró en contacto con la Asociación Española de Ayuda Mutua para Trastornos de Ansiedad (AMTAES).

Esta asociación funciona a través de grupos de ayuda mutua, como el organizado por Honrubia, en los que los socios ponen en práctica el apoyo entre las personas afectadas para ir resolviendo las limitaciones que generan los trastornos de ansiedad. Se organizan encuentros presenciales y reuniones online, en los que se fomenta la ayuda interpersonal de los socios.

"Yo he hecho muchísima terapia a lo largo de mi vida, he gastado muchísimo dinero en terapias, muchísimo, muchísimo, de hecho uno de los objetivos por los que yo he escrito el libro ha sido ese, porque al final sé que hay mucha gente que no tiene acceso a pagarse una terapia", explica Honrubia. "Esta gente, evidentemente, lo tiene mucho más complicado para recuperarse".

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