"La gente no se lo imagina porque esto era impensable, y no eres consciente hasta que estás aquí y lo vives", cuenta a 20minutos Alba, una joven de Bétera de 25 años. Es médica, trabaja en el Hospital General de Valencia y desde que la DANA arrasó la provincia el martes pasado, dobla turnos entre el hospital y las calles de Massanassa, donde colabora como voluntaria para atender a los afectados. En esta localidad, situada entre Sedaví y Catarroja -en la comarca de L'Horta Sud-, los equipos de Emergencias han organizado un centro de salud "improvisado" en el edificio del Ayuntamiento, para ir atendiendo a los vecinos que necesiten ayuda sanitaria.
En los primeros momentos del desastre, el ambiente estaba marcado por la necesidad de entender el alcance de los daños tras la devastación del temporal. "Los primeros días fueron caóticos, íbamos un poco a trompicones, no se sabía bien qué hacía falta", explica la joven. "Cuando la situación se fue calmando, todo se empezó a coordinar muy bien. Nos organizamos por especialidades, haciendo pequeños grupos de, por ejemplo, un cirujano, un médico de familia, un dermatólogo y un enfermero. Luego, nos distribuían por casas según las personas que necesitasen atención o medicamentos".
En las calles, la medicina de urgencia es la orden del día. Heridas abiertas que necesitan suturarse, personas dependientes que tienen que ser atendidas en sus casas e infecciones que requieren ser atajadas, son las situaciones más comunes. "Hubo casos en los que tuvimos que amputar miembros porque en las condiciones en las que llegaban las heridas después de tantos días ya ni siquiera se podían salvar, porque la infección se estaba diseminando", asegura Alba. "Lo que más falta hacen son antibióticos".
Y es que el lodo, el agua estancada y la descomposición de cadáveres tras el temporal han levantado las alertas sanitarias ante la posible aparición de infecciones "con potencial epidémico". De hecho, el Ministerio de Sanidad y la Generalitat Valenciana vigilarán cada día la aparición de este tipo de infecciones, y el Gobierno central ha avisado del riesgo de aparición de patologías digestivas o respiratorias en personas que hayan estado en contacto con alguno de estos elementos tóxicos.
Sin embargo, el esfuerzo de todos los que, como ella, se han movilizado por cuenta propia para colaborar, ha ayudado a aliviar una parte de esta carga. "Los que hemos ido, lo hemos hecho de manera voluntaria y yendo por nuestro propio pie, desde el hospital no se ha organizado un envío de personal a las zonas afectadas". Y a pesar de las dificultades y de los recursos limitados, Alba siente una satisfacción única en el agradecimiento de quienes la ven llegar. "Al final estas personas están depositando en ti lo único valioso que les queda, que es su salud y la de sus seres queridos. Confían en ti, que has ido hasta ahí para ayudarles. Es escalofriante", explica emocionada la joven médica.
"Parece que estamos en una guerra"
Ana (23), Elena (25) y María (24), tres jóvenes enfermeras viguesas que comparten piso en Sedaví, también se han volcado en ayudar a sus vecinos. Las tres perdieron sus coches en la riada y estuvieron pasando los días sin electricidad, ni agua, ni gas, compartiendo una batería portátil para cargar sus móviles y comiendo conservas enlatadas hasta que el jueves pudo ir un amigo a recogerlas. Tan pronto como pudieron regresar a su pueblo el sábado, las tres se vistieron con el pijama sanitario, escribieron en grande la palabra 'enfermeras' en sus espaldas y fueron ofreciendo ayuda por las calles.
"Fuimos a nuestro edificio y preguntamos piso por piso si alguien necesitaba atención sanitaria. Al salir, un vecino del portal de al lado nos dijo que necesitaba que le ayudásemos con una cura, así que nos paramos a asistirle", narra Ana. De ahí, las tres enfermeras se desplazaron hasta el Instituto de Sedaví que, al igual que el Ayuntamiento de Massanassa, se encuentra funcionando como centro de salud. "Las condiciones son las de un hospital de campaña, literalmente. No hay esterilidad, no hay limpieza... Parece que estamos en una guerra", alerta la joven sanitaria.
De Sedaví, las tres enfermeras se fueron andando hasta Alfafar -pueblo vecino-, pues al parecer "las necesitaban más" allí, según les trasladó una coordinadora del improvisado hospital. Entre las necesidades más urgentes: cortes e infecciones por el contacto con el lodo estancado y objetos oxidados, situaciones que requieren poner a los afectados la vacuna antitetánica. De hecho, el presidente de la Comunitat Valenciana, Carlos Mazón, aseguró el martes que ya se están poniendo "las primeras vacunas contra el tétanos", y ha aconsejado la inmunización a todos los voluntarios y vecinos que tengan alguna herida o hayan sangrado en las labores de reconstrucción.
"La realidad no tiene nada que ver con las imágenes, es mucho peor caminar por ahí, el barro te llega hasta la rodilla y se te pone la piel de gallina. Escuchas las historias de la gente y lo único que quieres es llorar", reconoce Ana. De todas formas, la enfermera viguesa confiesa que se ha visto sobrecogida por la cantidad de personas que han ido a los pueblos afectados para ayudar, así como por la gratitud de los vecinos a los que ha atendido. "La palabra 'gracias' ha pasado a tener un significado tan puro que hace que quieras hacerlo una y mil veces más", admite.
"Tuve que curarla sin medios"
Para Pablo, un TCAE -Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería- de Paterna que acudió a las zonas afectadas durante varios días consecutivos, la sensación es clara: "Queda muy poético decir lo de que el pueblo salva al pueblo, pero es que es la realidad. Los sanitarios estamos yendo por libre, sin apenas coordinación oficial, porque queremos ayudar". Relata cómo, mientras distribuía alimentos por algunas casas en la localidad de Alfafar, una anciana le pidió ayuda para curarse una herida que, al examinarla, resultó ser una úlcera sin tratar. Con el poco material disponible, trató de evitar una infección mayor, algo que le dejó marcado. "Tuve que curarla sin medios, falta material técnico y sanitario, una úlcera no es algo que se pueda curar con tiritas", demanda el joven, de 29 años, a este medio.
"La población en muchos sitios está muy envejecida, hay gente encamada o que no puede salir de su casa, así que es muy importante que los equipos sanitarios actuemos y funcionemos bien in situ", añade Pablo, subrayando la urgencia de una organización coordinada. "La sensación que tenemos los valencianos en general, sanitarios o no sanitarios, es que las administraciones nos han abandonado, y que esto está siendo una anarquía". Para él, el temor llega con el paso del tiempo. "Ahora mismo la solidaridad de la gente está siendo bestial. Pero sí que es verdad que la vida continúa, ¿no? Y esto se va a hacer más largo de lo que anticipábamos. Tengo mucho pánico a que dentro de unas semanas... Se olvide", reconoce.