La historia del Diamante Hope: una piedra preciosa azul 'maldita', codiciada por la realeza

El Diamante Hope es una de las gemas más deseadas del mundo cuya historia sigue fascinando a día de hoy, gracias en parte a la leyenda de la maldición que le rodea. Llamado así por uno de sus dueños, Henry Philip Hope, esta piedra preciosa de intenso color azul marino pertenece en la actualidad al Instituto Smithsonian de Washington DC (EE UU), pero por sus manos han pasado reyes y personas de la alta sociedad del siglo XIX y principios del XX.

El origen de esta piedra preciosa de 45,52 quilates no está del todo claro, tal y como señalan desde Live Science. Durante mucho tiempo se creyó que el diamante había sido extraído de la mina Kollur de la India. Sin embargo, una reciente investigación publicada el pasado mes de marzo apunta a que en realidad pudo venir del campo de kimberlita Wajrakarur, en el actual estado indio de Andhra Pradesh. Por ahora, el Smithsonian mantiene como válida la primera teoría, y señala que originalmente tenía una forma algo triangular y estaba tallado de forma tosca.

A lo largo de su historia, el diamante ha cambiado de manos en numerosas ocasiones desde que fue descubierto en el siglo XVII. El primer dueño fue el comerciante francés Jean-Baptiste Tavernier, quien la describió como una "hermosa violeta", por el característico color de la piedra.

En 1668, Tavernier vendió esta gema al rey Luis XIV de Francia junto con otros 14 diamantes grandes y varios más pequeños, y años después, Sieur Pitau, el joyero de la corte, volvió a tallar la piedra. Según explican desde el Smithsonian, en los inventarios reales se describe a este diamante como de un intenso azul acerado, por lo que pasó a ser conocido como el "diamante azul de la corona" o el "azul francés". En aquella época, la gema estaba engastada en oro y se suspendía al cuello de una cinta que el rey lucía en ocasiones ceremoniales.

Posteriormente, el diamante pasó también por las manos de Luis XV, así como de Luis XVI y María Antonieta, que lo entregaron al Gobierno como parte del Tesoro Real en su fracasado intento por huir de Francia. Un saqueo en 1792 hizo que se le perdiera la pista, si bien en 1812 se documentó la existencia de un diamante de color azul intenso que estaba en posesión del comerciante de diamantes de Londres Daniel Eliason. Varias pruebas confirmaron que se trataba del mismo diamante que había pertenecido a la corona francesa.

Según el Smithsonian, otro de sus posibles poseedores fue el rey Jorge IV del Reino Unido. Sin embargo, tras su muerte en 1830, las deudas del monarca eran tan altas que probablemente tuvieron que vender el diamante. No sería hasta el año 1839 que se volvería a saber de él cuando aparece documentado en el catálogo de la colección de gemas de Henry Philip Hope, aunque nunca se supo ni cuándo ni a quién se lo compró, y cuánto pagó por él.

Tras la muerte de Hope, el diamante pasó a su sobrino Henry Thomas Hope y, en última instancia, al nieto de su sobrino, Lord Francis Hope. Las deudas que ahogaban a la familia hicieron que tuviesen que vender la piedra preciosa a un comerciante de Londres, que rápidamente la vendió a un comprador en Nueva York.

Ya en el siglo XX, el diamante pasó por varias manos antes de llegar a Evalyn Walsh McLean, que lo convirtió en el actual colgante de un collar de diamantes. La piedra estuvo en su haber hasta su muerte, en 1947. El famoso joyero neoyorquino Harry Winston se hizo entonces con toda su colección de joyas, incluido el Diamante Hope, y posteriormente, en 1958, lo donó al Instituto Smithsonian de Washington, donde todavía permanece y es una de sus mayores atracciones.

Sin embargo, la leyenda en torno a esta joya sostiene que el diamante está maldito y que Tavernier nunca compró la piedra, sino que la habría robado de una estatua hindú de un templo indio. Los ancianos del templo, al descubrir que faltaba el diamante, maldijeron a quien fuese su poseedor, recuerdan desde el Museo del Diamante de Ciudad del Cabo en Sudáfrica.

Según esta maldición, muchos de los propietarios de este diamante tuvieron muertes o desgracias inesperadas, como ocurrió en el caso del rey Luis XIV y María Antonieta, dos de sus 'víctimas' de mayor renombre.

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