Escenario de salida

¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar

Eran las nueve de la mañana y se reanudaba el pleno del Congreso de los Diputados con la llamada sesión de control al Gobierno donde se planteaban tres preguntas orales al presidente del Gobierno y otras a los ministros. Se daba por descontado que no habría respuestas sino acusaciones. Pero en esta escalada del desencuentro íbamos a presenciar un cambio cualitativo de agravamiento. Ninguna aproximación a la escucha del adversario. Solo descalificaciones, ningún reconocimiento de errores propios, solo enumeración reiterada de los ajenos. Método Ollendorff a tope. Aplausos al ‘1’ con nuevas modalidades a cargo de los recién incorporados al banco azul. Así se lo hube de reconocer a Óscar López que acompasaba sus aplausos con cabeceos de asentimiento, que seguramente todavía no se reflejan en las acotaciones de los taquígrafos que se plasman en el diario de sesiones.

Coordinación máxima de la bancada socialista, todos y cada uno de los ministros interrogados coincidieron en evitar cualquier respuesta a las cuestiones que les eran planteadas y prefirieron repetir la lista de las corrupciones en que había incurrido el Partido Popular en los últimos treinta y cinco años, empezando por Gürtel y terminando por Zaplana, recitada con la misma exactitud que los escolares de cuando entonces referían siguiendo el catecismo del padre Ripalda los artículos de la fe o los pecados capitales y las virtudes que se les oponen: contra avaricia, largueza, y de ahí en adelante. Como repetía Javier Pradera, los niños, lo que ven y oyen en casa. El ejemplo lo había dado el presidente Pedro Sánchez y lo siguió con toda fidelidad la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, en silla de ruedas por la lesión que padece en el dedo gordo del pie derecho, causada por el pisotón de un hombre del que se negó a revelarnos más señas.

Y después se atuvieron al guion obligatorio la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz; el ministro para todo, Félix Bolaños; el de Interior, Fernando Grande-Marlaska; el de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres; el de Economía, Carlos Cuerpo; la de Educación y portavoz, Pilar Alegría; y la de Igualdad, Ana Redondo. De algunos nada cabía esperar, pero de otros, como el de Economía, Carlos Cuerpo, tuvimos la sensación de que nos defraudaban igual que nos sucedió con Nadia Calviño cuando dejó de ser una esperanza de competencia y europeísmo para convertirse, seguramente por exigencias del guion para dar el salto al BEI, en una entusiasta sanchista.

A mediodía los periodistas constataban que el PSOE había perdido los pasillos y esperaban que, en la sala que llaman ‘el Escritorio’, compareciera Bolaños a propósito de lo sucedido con el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a quien la Sala Segunda del Tribunal Supremo ha acordado por unanimidad abrir causa por delito de revelación de secretos en el que habría incurrido al emitir una nota informativa sobre la pareja de Isabel Díaz Ayuso. De esta manera García Ortiz pasa a ser el primer fiscal general en activo imputado en una causa penal. Bolaños salió a respaldar al fiscal general y, preguntado al efecto, hizo lo mismo con el Supremo. Es decir, como señaló un amigo periodista, optó por un rumbo de colisión, a menos que en Moncloa vuelvan a derogar el principio de contradicción de la lógica aristotélica. Empiezan a advertirse los signos de un escenario de salida. No será con moción de censura a lo Mariano Rajoy, sino por renuncia propia a lo Adolfo Suárez, con un relevo buscado dentro del PSOE. El próximo Congreso podría operar como la Casa de la Pradera junto al pantano de Santillana.

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