Muchas cosas han cambiado en los últimos 43 años de historia humana; otras, quizás más de las que nos damos cuenta, siguen igual. Esta es la edad que tiene ya aproximadamente la pandemia de VIH en nuestra especie, una tragedia a escala global que se a cobrado ya al menos entre 30 y 50 millones de vidas.
De nuevo, que la enfermedad siga considerándose una pandemia no quiere decir que todo siga igual. Sonia de Castro y María José Camarasa, investigadoras del Instituto de Química Médica (IQM) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y autoras del libro El VIH y el sida: un viaje de esperanza y resiliencia cuentan a 20minutos que "la infección por el VIH y el sida no es una enfermedad superada, pero ya no es una sentencia de muerte; con el tratamiento adecuado, las personas infectadas pueden vivir una vida plena y saludable".
"Aún enfrentamos retos persistentes"
Estas expertas explican que en estas más de cuatro décadas hemos visto "avances científicos y médicos extraordinarios, como la terapia antirretroviral de alta eficacia (TARGA) que permite a las personas infectadas por el VIH llevar una vida prácticamente normal, con una esperanza de vida equivalente a la de las personas no infectadas; también se han alcanzado hitos en la prevención, como la profilaxis pre-exposición (PrEP) y post-exposición (PEP), que han reducido drásticamente las tasas de infección en muchas regiones del mundo".
"Sin embargo", prosiguen, "aún enfrentamos varios retos persistentes, como el acceso desigual a los tratamientos o la falta de una vacuna preventiva y una cura definitiva. Además, el estigma y las barreras sociales siguen frenando los esfuerzos de prevención y tratamiento, especialmente en comunidades más vulnerables".
Por ejemplo, destacan en los últimos años "el desarrollo de nuevos fármacos dirigidos a otras dianas terapéuticas del virus, que han ampliado las opciones para tratar la infección por el VIH incluso en personas con resistencias a los medicamentos tradicionales".
"Ha habido logros inmediatos y masivos"
De la misma forma, apuntan a "la expansión de la PrEP y la PEP" como logros "más inmediatos y masivos". "Estas herramientas han transformado la prevención del VIH en muchas comunidades", dicen, "reduciendo significativamente la transmisión".
"Las curaciones tras trasplantes de médula demuestran que es posible eliminar el virus, pero no son aplicables a gran escala"
"La prevención funciona y es muy importante", dicen. "estas herramientas y el uso del preservativo son altamente eficaces y evitan la propagación del virus".
Por su parte, apostillan estas investigadoras, "los escasos casos de curación tras trasplantes de médula ósea han permitido demostrar que es posible eliminar el virus del cuerpo. Sin embargo, esas curaciones son excepcionales y no aplicables a gran escala, ya que los trasplantes son complejos y peligrosos".
Y hay más promesas en el horizonte. Según las autoras, destaca por ejemplo "el desarrollo de medicamentos inyectables de acción prolongada, que puedan reemplazar las terapias diarias por dosis mensuales o bimestrales, haciendo más fácil el manejo de la infección por el VIH. También se realizan investigaciones sobre vacunas y curas funcionales que están en distintas etapas, aunque todavía queda tiempo para que se conviertan en una realidad práctica".
"La desigualdad es la principal barrera"
De todas formas, la lucha contra la pandemia de sida tiene también que enfrentar otros problemas: "Aunque haya estos avances esperanzadores, el VIH sigue siendo una amenaza global que requiere atención y recursos". Para De Castro y Camarasa, el principal de estos retos es "la desigualdad global en el acceso a estos avances".
"Mientras en países desarrollados los tratamientos están disponibles y hay progresos en la reducción de nuevas infecciones, en muchas partes del mundo las tasas de transmisión continúan siendo altas. Los determinantes sociales como la pobreza, el acceso limitado a la atención médica y el estigma continúan agravando estas diferencias", añaden.
"Esta desigualdad es una de las principales barreras para acabar con la pandemia", argumentan. "En los países desarrollados, la mortalidad por VIH ha disminuido drásticamente, pero en países desfavorecidos sigue siendo una de las principales causas de muerte. Esto no solo afecta gravemente la vida de las personas infectadas en estos países, sino que contribuye a la propagación del virus a nivel global"
Y apostillan: "Organizaciones como ONUSIDA y el Fondo Global han contribuido a la reducción de esta brecha, pero los esfuerzos siguen siendo insuficientes. Para solucionar este problema, es necesario aumentar la financiación internacional, garantizar la transferencia de tecnología para la producción local de medicamentos, combatir las políticas que perpetúan la desigualdad en salud y trabajar para modificar el estigma social hacia las personas infectadas".
"Mientras existan barreras económicas y sociales al tratamiento y la prevención, no podremos hablar de una verdadera victoria contra el VIH", subrayan.
"Cuando surgió, era una sentencia de muerte"
Sea como sea, las investigadoras defienden que "la historia del VIH es un relato sobre cómo la humanidad ha respondido a una crisis global con creatividad, determinación y solidaridad".
"El VIH se consideró un 'castigo divino' hacia las comunidades LGTBI+ hasta que se vio que afectaba también a heterosexuales"
"Cuando surgió la pandemia", narran, "un diagnóstico positivo de VIH era una sentencia de muerte. A día de hoy, gracias a la ciencia y al activismo, la infección por el VIH es una condición crónica manejable. Esto no hubiera sido posible sin la resiliencia y la esperanza de cambio de las comunidades afectadas, que lucharon contra el estigma y la indiferencia, así como sin el esfuerzo de científicos, médicos y activistas que crearon un sistema de respuesta global sin precedentes".
Precisamente, recuerdan cómo "al inicio de la epidemia, el VIH fue estigmatizado como un 'castigo divino' a las comunidades gay y LGTBIQ+" y que sólo cuando se vio que afectaba a otros grupos (particularmente a personas heterosexuales) el enfoque cambió hacia una preocupación más generalizada de salud pública".
"El estigma mata"
"Hemos avanzado", opinan. "En muchos países la visibilización de las comunidades LGTBIQ+ y una mayor aceptación social han facilitado que las personas busquen diagnóstico y tratamiento sin miedo al rechazo".
"Pero en otras regiones el estigma sigue siendo devastador, perpetuado por leyes discriminatorias, perjuicios religiosos y culturales y actitudes sociales que marginan a las personas más vulnerables" aducen.
"El estigma mata. La discriminación y los prejuicios son barreras tan dañinas como la falta de acceso a medicamentos. Dificultan los esfuerzos de prevención, desincentivan las pruebas de detección y perpetúan la desinformación. Esto no solo afecta a las personas LGTBIQ+, sino también a todas las comunidades que viven con VIH".
"Para avanzar", concluyen, "es imprescindible que aprendamos de los errores históricos: combatir el estigma con educación inclusiva y accesible, y garantizar que las leyes, políticas y programas de salud sean inclusivos y libres de discriminación. Solo con un enfoque que abarque tanto lo científico como lo social podremos superar los prejuicios que aún obstaculizan la lucha contra el VIH y el sida".
Referencias
Sonia de Castro, María José Camarasa. El VIH y el sida: Un viaje de esperanza y resiliencia. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (2024). ISBN: 9788400112943
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