Solos con mucha gente

Pese a que con un solo clic podemos llegar a miles de personas y aunque las conversaciones fluyen a diario por WhatsApp, Instagram y el resto de las redes socialesEstamos más desconectados y solos que nunca por culpa de la superficialidad.

No seré yo quien critique lo superficial porque hay adornos y florituras que me encantan, pero es cierto que las redes e internet nos han hecho creer que contar con muchas conexiones es sinónimo de tener más compañía, y no es cierto. En la mayor parte de los casos, la calidad de nuestras conexiones y relaciones es bastante limitada y acabamos más solos que la una rodeados por un montón de gente.

Deslizamos fotos compulsivamente, damos me gustas como símbolo de cariño, mandamos emojis desternillados sin reírnos ni por dentro… ¿Nos nutre todo esto a nivel emocional? Pues no. El contacto… con tacto, como diría Bertín, es cálido, real y esencial. Y no hay nada más reconfortante que un hombro en el que apoyarte.

Por otro lado, está el melón de la falsa perfección. ¿Lo abrimos? En las redes, alimentamos la comparación y vendemos, inevitablemente, vidas perfectas que no lo son. Además, tampoco nos damos cuenta de que lo que vemos y consumimos también son verdades a medias.

Este miércoles fui al teatro al estreno del musical Grease, que celebra su 50 aniversario. Varios compañeros me dijeron: "Te sigo y veo que no paras". Les respondí: "Mi realidad es diferente a lo que publico en redes. Es más aburrida y con menos trabajo del que me gustaría".

Estamos más preocupados por proyectar una imagen atractiva que por entablar relaciones auténticas y esto no solo es culpa de internet. En un mundo acelerado, las conversaciones profundas escasean porque requieren tiempo y dedicación. ¿Mi clave? Volver a lo básico: a las charlas cara a cara, al tiempo de calidad y a las pequeñas dosis de humanidad.

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