Rusia y Ucrania: lo que espera cada uno

Desde un ya lejano 24 de febrero de 2022, tanto Rusia como Ucrania han realizado diferentes ajustes en sus expectativas y acomodado sus planes estratégicos a una realidad que, aunque siempre cambiante en sus matices, no deja de tener una deriva general que cada uno interpreta a su manera.

Comencemos por Rusia. Después del fiasco inicial en su intento de conquista relámpago de la mitad de Ucrania, incluida su capital Kiev, ha ido recomponiendo sus fuerzas, alterado sus objetivos, acomodado su relato y elaborando una estrategia diferente con un objetivo a largo plazo que poco difiere del que inicialmente formuló. Lo que realmente han variado son los medios, los plazos y los procedimientos con los que pretende alcanzarlo.

En su última comparecencia del 5 de julio en Moscú, junto al presidente de Hungría Viktor Orbán que también lo es por turno del Consejo, Putin repitió punto por punto las condiciones ya conocidas para un alto el fuego definitivo: retirada total de las fuerzas ucranianas de los óblast de Donestk, Lugansk, Zaporiya y Jersón, desmilitarización y 'desnazificación' de Ucrania, no ingreso en la OTAN y reconocimiento del statu quo de Crimea como independiente y perteneciente a la federación rusa.

En el campo de las operaciones, es llamativa la ausencia de actividad de la flota rusa del mar Negro que ha sido objetivo de repetidas acciones ucranianas con notable éxito y que ha hecho que se repliegue de su base de Sebastopol en Crimea a bases más alejadas de la costa ucraniana en la zona de Novorosiisk y Feodosia para proteger sus buques.

En el ámbito aéreo, predominan las acciones de apoyo a unidades mediante el empleo bombas de gravedad de hasta 3.000 kilos dotadas con unos módulos de planeo y corrección que las convierte en una especie de misiles de corto alcance, de casi imposible interceptación por su trayectoria, de considerable precisión y un enorme poder destructivo.

En el ámbito de las operaciones terrestres, en los últimos seis meses Rusia ha 'ganado' unos 520 kilómetros cuadrados a un precio en vidas que no conocemos en detalle pero que, sin duda, ha sido muy gravoso. La táctica que emplea es la de 'los mil cortes': pequeñas ganancias en múltiples zonas que demuestran voluntad, capacidad y sostenibilidad del esfuerzo provocando que el adversario se desangre por esos pequeños cortes. No prima ninguna acción decisiva, pero continúa de forma constante desarrollando la iniciativa. El mensaje que quiere transmitir es: podemos continuar así indefinidamente. Yo puedo permitírmelo: tú, no.

El discurso de Putin permanece inmutable a lo largo del tiempo. Para entender qué impulsa a Putin y el porqué de su actitud recomiendo el libro El imperio zombi de Mira Milosevich, en el que se encuentran las claves del Ruski Mir -el mundo ruso- y el impulso neoimperialista de los actuales gobernantes de Rusia. En síntesis: "Los Estados Unidos, líder de la OTAN, quiere que Rusia desaparezca. La cultura, la religión y las sociedades rusas deben atomizarse para dejar de suponer una contraoferta al occidente decadente y caduco que se quiere imponer al mundo. Esta es la realidad de Occidente contra Rusia".

Del lado de Ucrania, después de la heroica resistencia de los primeros días de la invasión, el empleo de tácticas, técnicas y procedimientos novedosos hizo que Rusia tuviera que retroceder, adoptar una actitud defensiva y variar su plan de campaña. Sin embargo, recordemos la contraofensiva del pasado verano. Prematura, sin objetivos operacionales claros y sin medios para poder desarrollarse. Fue un fiasco, probablemente por el exceso de presión política sobre el mando militar para obtener unos resultados 'vendibles' ante los países donantes que justificase su esfuerzo en apoyo de Ucrania.

Desde entonces y hasta ahora Ucrania está a la defensiva en el ámbito terrestre, disputando hasta el último metro, pero sujeta a una presión rusa constante que la ha hecho retroceder en zonas como Bahmut, Adiivka, Donestk y, últimamente, en Chasiv Yar, introduciendo un punto de desequilibrio operacional en el este. En el aire, realiza acciones esporádicas con mucho acierto sobre infraestructuras civiles y militares rusas en Crimea y en territorio soberano ruso.

Ucrania espera la entrada en servicio de los F-16, el levantamiento de las restricciones americanas para utilizar su material -ATACMS- en profundidad sobre territorio soberano de Rusia, la llegada de la prometida ayuda occidental, especialmente sistemas de defensa aérea Patriot, y el alistamiento efectivo de nueve nuevas brigadas que han sido constituidas con el nuevo modelo de reclutamiento. Todo es importante, todo es necesario, pero ninguno de estos factores es resolutivo. Además, vuelve a percibirse la presión para el inicio de acciones contraofensivas que si son prematuras o en exceso ambiciosas corren el riesgo de obtener los mismos resultados catastróficos que en el pasado.

Ucrania busca y necesita un horizonte favorable para iniciar las negociaciones y espera conseguir una ventaja relativa presionando a Rusia para que considere que no le compensa continuar indefinidamente esta guerra de desgaste. Jugada compleja, ahora mismo poco probable, y en todo caso siempre arriesgada porque Ucrania depende mucho más que Rusia de apoyo externo, y el debilitamiento o pérdida de esos apoyos le supondrían hacer frente a una situación crítica. Por su parte, Rusia espera poder seguir presionando indefinidamente, pero eso no es posible porque el factor humano cada vez se resentirá más por las bajas de combate, por la degradación de su economía y por la deslegitimación social creciente de su causa: no se puede sostener la ficción de una simple operación especial militar todo el tiempo.

Y ahora, ¿qué? Necesitamos un soplo de sensatez que permita reconducir y racionalizar expectativas de éxito y pérdida de uno y otro. A todos aquellos que abogan por una resistencia numantina de unos y otros conviene recordarles que los toros se torean en la plaza, no desde la barrera. El que pida hasta la última gota de sangre ucraniana o rusa que empiece por ofrecer la suya. Lo contario es hipocresía o pura maldad.

Nada de lo anterior significa que haya que abandonar a Ucrania y obligarla a rendirse o alentar a Rusia, antes bien, significa que además de sostener la causa ucraniana y presionar constantemente a Rusia, hay que luchar por conseguir un fin de este desastre que no hace nada más que agravarse. Para ello, hay que implicarse activamente en la búsqueda de la paz con mucha más voluntad e intensidad de las que ahora se ven. Y dejemos ya de construir bloques porque corremos el riesgo de que al final se materialicen, se polaricen y se enfrenten.

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