Repetir y repetir el dolor

Casi un millón y medio de personas hacinadas en la ciudad, en el territorio al que el país que les está bombardeando desde hace meses les dijo que se desplazaran porque iba a ser el único lugar seguro de toda la Franja de Gaza. La ciudad de Rafah es, para que lo puedan entender, una ciudad parecida a Barcelona en número de habitantes. Con un paso fronterizo próximo por el que, en estos meses de bombardeos, de guerra, de muerte, de sinrazón, han estado entrando los camiones con ayuda humanitaria con todo eso que ya no tienen en la Franja: combustible, necesario para los generadores de los hospitales; comida, esa que ya no pueden comprar en ningún sitio ni cultivar; agua, la que no pueden conseguir porque el ejército de Israel lo ha bombardeado todo; medicinas, las que los hospitales ya no consiguen en ningún sitio...

Bueno, pues esa ciudad, desde ayer, ya no es segura. Israel ha entrado con sus tanques y ha pedido a todos los que desplazó a allí de forma forzosa que abandonen la zona. Les ha ido dando mapas en los que les señalaba a dónde podían ir, les ha marcado con líneas amarillas el trozo de tierra que les ha ‘guardado’ para ellos: un páramo, en medio de la más absoluta nada, en la que no hay ni casas ni tiendas de campaña ni suministros. Les ha dicho que vayan a allí sin más indicaciones. Como si esta vez pudieran confiar en que, en esa zona, están seguros. ¿Cómo van a sobrevivir en un sitio en el que no hay luz ni agua?

La situación en Gaza es insostenible. Quienes siguen vivos no saben por cuánto tiempo. Ni qué será de ellos. La paz, esa que parecía abrirse paso en medio de tanto desastre el lunes por la noche, no acaba de llegar. Y con esta realidad siguen viviendo desde hace 7 meses familias enteras, siguen naciendo niños y muriendo casi a las pocas horas.

Resulta muy difícil imaginar cómo será todo después de que esto acabe, si es que acaba algún día. Cómo podrán rehacer sus vidas quienes han vivido así. Familias como la suya que han tenido que huir, mientras veían morir a sus hijos, a sus maridos, a sus hermanos...

Israel ha dejado de escuchar a sus socios, a los organismos internacionales. El plan que tiene Netanyahu en la cabeza solo lo sabe él y parece que es muy simple: acabar con todo rastro de vida palestina en la Franja de Gaza. Ya no se trata de Hamás. Hace tiempo que dejó de tratarse de esto. Y es curioso porque, precisamente esta semana, la comunidad judía recordaba el horror del Holocausto. Y ahora, sus descendientes, los que escucharon en casa las historias de aquella barbarie, de aquel sinsentido, son los que están repitiendo el mismo dolor. Solo espero que, dentro de unos años, los hijos de los palestinos perseguidos no hagan lo mismo. Repetir y repetir y repetir el dolor. Parece que es a lo que estemos condenados. Espero equivocarme.

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