El término menor de edad está descalificado por las tradiciones étnicas de Guinea Ecuatorial, este fenómeno afecta especialmente al género femenino. En Guinea Ecuatorial existe la frase “Las mujeres nunca son menores”. Esta expresión se implanta en la mente de los niños desde la cuna, haciéndoles tomar conciencia que los cuerpos de las mujeres están dispuestos para ellos, sin importar la edad que tengan. A raíz de eso las niñas crecen educadas desde casa, con una comprensión clara de su propósito y los valores que deben cumplir como mujeres, por ejemplo, interiorizará muy pronto la idea de que su cuerpo es el dinero, el futuro y el servicio de la familia, y que debe cuidarlo. Las familias de todas las etnias en la sociedad ecuatoguineana educan a sus niñas a la prostitución de manera activa o pasiva. Los padres presionan el cumplimiento de la tradición hacia las madres y ellas a su vez transmiten para evitar ser castigadas al no cumplir, lo que dicen los hombres. Los mismos hombres que sexualizan la mera existencia de la menstruación, los pechos y las nalgas.
Otra frase que sexualiza el cuerpo de las niñas desde la infancia y que está muy presente en el discurso masculino es: “Hay que enseñar a las niñas a cerrar los pies”. Es difícil que hayas crecido en Guinea Ecuatorial como niña sin haber escuchado esa frase. En ese papel tu madre o la maestra se encargan de hablarte sobre lo que hay entre las piernas y el peligro que pasaría si no aprendes a cerrar los pies, desde la primera infancia ya que están obligadas a transmitir lo que deciden los hombres hacia la vida de las mujeres.
Mientras todas las tradiciones étnicas tengan cada vez más poder ejecutivo en la sociedad, no habrá protección en la vida de las mujeres. Numerosas familias, afectadas por las persistentes dificultades económicas del país, se ven empujadas a participar en la economía de la explotación sexual hacia las mujeres. Estas dificultades económicas abarcan el desempleo, la escasez de alimentos y la carga de culpa que experimentan las madres solteras. Es duro vivir sin saber hacia dónde dirigirse, en casa te presionan por ser mujer y en el colegio toda la cúpula de profesores te acosan; si los rechazan, ellos se aseguran que tu estancia en el colegio sea sumamente dura hasta que cedes.
La noción de menor de edad en Guinea Ecuatorial
Para entender qué es un menor en Guinea Ecuatorial, se considera que una persona es un menor cuando tiene menos de 10 años, pero esto depende de su desarrollo físico.
Más de la mitad de niñas antes de 18 años se enfrenta a una serie de dificultades en su vida, como embarazo(s), tutela económica y noviazgo o matrimonio forzado con un adulto de doble edad, dificultad para terminar los estudios o falta de escolarización, dificultad para encontrar trabajo. La mayoría de la población está muy apegada y cómoda con las normas tradicionales que aplican al género femenino a diario ya que les complacen las ventajas de la sumisión de las mujeres y de las niñas.
Se observa que en Guinea Ecuatorial existe una tendencia preocupante: muchos hombres buscan relaciones con niñas menores de 18 años. Esta conducta refleja una problemática arraigada en patrones educativos etnotradicionales. Desde la infancia, se les disciplina que buscar mujeres de su misma edad no es apropiado, porque deben poder controlar y domesticar a sus mujeres para instilar miedo y dominio. Del otro lado se les enseña a las niñas que es necesario salir con hombres especialmente mayores, porque en ellos está el futuro para lo que necesiten en la vida.
Gracias al uso de las tecnologías, las evidencias de abusos sexuales al género femenino son cada día más públicas y elevadas ; sin embargo, a pesar de ello, algunas personas sorprendiéndose como si fuera algo nuevo. En Guinea, existen lo que se llama ‘'violencias silenciadas'’, que ocurren en nombre de tabúes o pecados. En algunos casos, muchos menores se sienten abandonados emocionalmente porque las disciplinas tradicionales limitan las conversaciones entre menores y adultos, creando espacios divididos.
En el caso de los menores LGTBIAQ+ con mayor vulnerabilidad social y desamparo, muchos son expulsados a los 10 años. A esa edad empiezan sus vidas en la calle y la supervivencia a los abusos sexuales. Tanto antes como después de ser expulsados, son maltratados en el seno de la familia como método de curación y acaban en la calle en busca de pan y un techo para continuar su vida cotidiana. A veces son utilizados en rituales tradicionales, ya que se considera a personas lgtbiqa+ como almas de sacrificio para obtener altos cargos sociales y purificación.
Muchas niñas buscan amigas mayores en la calle para que las orienten sobre cómo satisfacer sexualmente a los hombres. Víctimas ellas mismas del pasado, para sobre vivir introducen a sus amigas en la prostitución poniéndolas en contacto con un gran número de hombres de alto estatus social del país. Quienes tienen el poder de defender la protección de los niñas y las mujeres, irónicamente, son los mismos principales clientes de la prostitución forzada, manteniendo relaciones y matrimonios con menores al mismo tiempo sexo forzado bajo amenazas; la demanda no discrimina, y en el mercado se pueden encontrar tanto menores heterosexuales como homosexuales.
Es crucial denunciar y sensibilizar sobre la tradición que causa estas situaciones. Necesitamos cambiar las percepciones erróneas y promover una educación que fomente el respeto mutuo, la igualdad y la resolución de las consecuencias de actitudes inapropiadas. Solo a través de la concientización y la reeducación podremos inspirar a un cambio positivo en el país.
Cristina Guadalupe Eyenga es Coordinadora de la región continental (Bata Guinea Ecuatorial) del colectivo Feminista y LGTBIAQ SOMOS PARTE DEL MUNDO, escritora y cofundadora de la comunidad literaria Lorde con enfoque de literatura LGTBIAQ y feminista.