Ubicada en la pequeña isla de la Cité y rodeada de las aguas del río Sena, la catedral de Notre-Dame ha sido testigo de todos los grandes acontecimientos históricos de la ciudad de París desde hace ocho siglos. Su construcción, en honor a la Virgen María, comenzó en 1163, en plena carrera por elevar a lo más alto de los cielos los templos góticos en Europa, y desde entonces, se ha erigido como un icono de ese arte medieval y como un símbolo del poder político de París en Francia y en el mundo.
El renacer de Notre-Dame como símbolo
A lo largo de la Edad Media y el gótico, Notre-Dame fue un icono del poder y la grandeza, y escenario de numerosas bodas reales, como la de María Estuardo, reina de Escocia, y Francisco II de Francia en 1558, o la de Napoleón III y Eugenia de Montijo en 1853. Sin embargo, este símbolo religioso y del poder monárquico lo tenía todo para ser el blanco de la ira de los revolucionarios.
Años después de la Revolución Francesa, en 1793, un movimiento popular invadió el templo y organizó una Fiesta de la Libertad que rebautizó la catedral como Notre-Dame de la Razón. Tras ello, el monumento perdió popularidad y durante unos años se utilizó incluso como depósito de vino para el ejército.
Después, en 1831, llegó la historia de Quasimodo y Esmeralda, de la mano de Victor Hugo, que, enamorado de la leyenda de la catedral, escribe su obra 'Notre Dame de París', dotando al templo de una mitología cuya popularidad llega hasta nuestros días y reivindicando el arte medieval y gótico. "Las modas han hecho más daño que las revoluciones", acusaba a las autoridades de la degradación y falta de conservación.
Gracias al impulso de Hugo, Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc, un arquitecto también fascinado por la Edad Media, pudo acometer la reforma del templo. "Trató de comprenderlo y de devolver la catedral al Medievo: dejar el monumento no en el estado en el que se encontraba en la Edad Media; sino a como debería de haber estado en esa época", explicó en la emisora pública France Culture Didier Rykner, estudioso del monumento, que ha luchado por su conservación, y autor de Notre-Dame. Une affaire d’etat (Notre-Dame. Un asunto de Estado).