Gobierno y entropía

Las elecciones de julio de 2023 supusieron una derrota clara del gobierno coaligado izquierdas que había dirigido España desde 2019: los socialistas dejaron de ser la primera fuerza tanto en el Congreso como en el Senado, y Sumar no pudo detener el camino hacia la irrelevancia que la izquierda populista lleva transitando desde hace más de un lustro.

En cualquier caso, la aritmética parlamentaria permitió a las dos formaciones armar una mayoría de investidura que, si bien era igual de precaria que la que les había permitido formar gobierno en 2019, esta vez añadía una característica que se ha ido haciendo cada vez más relevante a lo largo de este año: era una mayoría contradictoria.

En efecto, levantando un muro imaginario que convertía en ciudadanos de segunda a una parte de los votantes —aquellos que votan a formaciones que la izquierda considera ilegítimas—, el gobierno de izquierdas consiguió constituir un gobierno que ocultaba, como un trampantojo, la realidad de una mayoría claramente conservadora en el Congreso. De ahí que, a lo largo de todo este año, esta contradicción haya ido siendo cada vez más evidente conforme han ido transcurriendo los meses: el Gobierno necesita el apoyo de la —ahora, gracias a Dios, incruenta— izquierda radical vasca, y a la vez el del partido que representa los intereses clásicos de la burguesía conservadora de aquel territorio.

Y algo similar ocurre en Cataluña: el Gobierno necesita en paralelo el apoyo de dos fuerzas que en aquel territorio son rivales: la izquierda secesionista y el post-pujolismo conservador agrupado ahora en Junts. Es una geometría complicada y con tendencia clara al caos, como puede verse casi cada vez que una votación aborda un tema de materia económica en el Congreso

Este año que ahora termina se abrió, en términos demoscópicos y como recuerdan los lectores de este diario, con una ventaja clara del Partido Popular sobre el Partido Socialista, acompasada con el descenso continuo de Sumar y uno más leve de Vox. Excepto para el PSC en Cataluña, el año no ha sido bueno en términos electorales para la izquierda, con resultados catastróficos en Galicia, mediocres en el País Vasco y desoladores en el Parlamento Europeo, donde los socialistas quedaron cuatro puntos por debajo de los populares.

Así pues, doce meses después, el curso se cierra de manera asimétrica en ambos lados del tablero. A la derecha, se consolida una cómoda ventaja de los populares, atenuada quizá por las consecuencias de la DANA —está aún por ver el recorrido que la nefasta gestión de esta catástrofe tiene para unos y para otros— y por la fortaleza inesperada de Vox, un partido subido a la ola del populismo de derechas que cada vez es más relevante en el tablero político occidental. A la izquierda, pocos cambios: el PSOE sigue segundo a una distancia aún considerable de los de Núñez Feijóo y, a su izquierda, las dos formaciones existentes suman apenas lo que llegó a tener en Izquierda Unida en el Congreso.

Con estos datos, el año que se abre muestra que la posibilidad de reeditar un gobierno de izquierdas es cada vez más remota, excepto que se produzco un cambio demoscópico espectacular a lo largo de los próximos meses. Pero, ante este panorama, es bueno recordarle al Gobierno que nadie puede escapar del segundo principio de la termodinámica: la entropía y el caos no paran de crecer. Jamás disminuyen. Y aquí estaremos, caro lector, para contárserlo. Feliz Año.

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