Francia no cambia de ruta en lo que se refiere al nuevo primer ministro. Tras la caída de Michel Barnier, Emmanuel Macron ha elegido a François Bayrou como nuevo inquilino de Matignon para 'cerrar' las heridas que ahora mismo tiene el país, con una incertidumbre enquistada y una Asamblea Nacional dividida. El presidente pudo elegir el camino de la izquierda, pero ha preferido seguir por el del centro. El líder de Movimiento Democrático (MoDem) es un perfil centrista que, además de alcalde de la localidad de Pou, fue candidato a las elecciones presidenciales en 2002, 2007 y 2012. Ahora este veterano de 73 años tendrá que armar un Ejecutivo que aguante, al menos, hasta el verano.
El nombramiento de este perfil desoye, por ejemplo, las peticiones de la izquierda a Macron para que nombrase un primer ministro de su campo ideológico pero es que además se trata de un hombre con mucho recorrido en la política nacional, pero con menos prensa que Barnier. De 1993 a 1997, Bayrou fue Ministro de Educación Nacional en tres Gobiernos sucesivos (el último el liderado por Eduard Philippe en 2017). También fue diputado a la Asamblea Nacional por un escaño en Pirineos Atlánticos de 1986 a 2012 con breves interrupciones y diputado en el Parlamento Europeo de 1999 a 2002.
Asimismo, es alcalde de Pau desde 2014. Era uno de los principales nombres en la lista del presidente, que se ha reunido con él este mismo viernes durante casi dos horas. Macron se había dado el martes dos días para elegir al sucesor de Barnier, pero ha tardado más de lo previsto, explican medios franceses, por la "dificultad de encontrar a un nombre que pudiera generar consensos".
Es uno de sus grandes deberes, pero Bayrou parece predestinado para encontrar esos acuerdos que ahora parecen imposibles. Muchos expertos le definen como el "eterno centrista" de la política francesa, que además cuenta con experiencia en Bruselas, algo importante para Francia. Su carrera política comenzó en la década de 1970 como miembro del Partido Republicano, Radical y Radical-Socialista, y luego en la Unión por la Democracia Francesa (UDF). En 1993, fue nombrado ministro de Educación Nacional, un cargo en el que se destacó por su reforma del sistema educativo y su énfasis en la enseñanza de valores republicanos.
Sin embargo, su salto definitivo a la escena política nacional llegó en 2007, cuando se presentó como candidato presidencial. En una elección dominada por Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal, Bayrou sorprendió al obtener un 18,6% de los votos, consolidándose como una fuerza independiente y defensor del centro político. No pasó a segunda vuelta, pero puso las bases de un espacio que después heredó precisamente 10 años después, el propio Macron. En esas de 2007, sus segundas presidenciales, el éxito llevó a la fundación del Movimiento Demócrata (MoDem), la plataforma que todavía lidera.
En los últimos años, Bayrou se ha mantenido como una figura influyente, aunque menos visible. Fue un aliado importante de Emmanuel Macron durante la elección presidencial de 2017, ayudando a posicionar a Macron como un candidato centrista viable frente a los extremos políticos. A cambio, Bayrou fue nombrado brevemente ministro de Justicia en ese mismo año, bajo el mando de Eduard Philippe, aunque renunció tras un escándalo de empleos ficticios que involucraba a miembros de su partido, pero del que él, de momento, se ha librado. Ahora, ese movimiento es algo que genera dudas tanto en los socialistas como en otros espacios del macronismo.
Con todo, es un perfil todavía bastante divisivo. Sus aliados creen que representa la estabilidad y el equilibrio en un panorama político fragmentado, algo que precisamente busca Macron en estos momentos; para otros, su insistencia en el centrismo lo ha dejado marginado en un contexto que favorece posiciones más definidas. Esa indeterminación es lo que nos gusta por ejemplo a una izquierda parlamentaria que no está en posición ahora mismo de apoyarle. Francia se ha abonado a los escenarios complicados. El nuevo tiene a François Bayrou como protagonista. Veteranía no le falta, pero carisma para mucha gente quizá sí.