La Audiencia Nacional ha condenado a 74 años y cuatro meses de cárcel a cuatro etarras que intentaron matar el 10 de noviembre de 2000 a los periodistas Aurora Intxausti, de El País, y Juan Palomo, de Antena 3, al salir de su casa de San Sebastián con su hijo de 18 meses. En concreto, se tratan de Patxi Xabier Macazaga, Jon Zubiaurre, Imanol Miner y Asier García; quienes colocaron una bomba en la puerta de la vivienda.
La sentencia recoge de esta forma la petición formulada en el juicio por la fiscal, que no obstante indicó que el límite máximo legal que les es aplicable es de 30 años de prisión para cada uno. De hecho, los cuatro acusados ya comparecieron en la vista en libertad tras haber cumplido este periodo en relación con otras causas de ETA en las que fueron condenados.
Todos ellos confesaron en la vista haber participado en la colocación de la bomba, que no llegó a explosionar, en la puerta de la vivienda en la que residía la pareja. Así, la Sala de lo Penal condena a cada uno por tres delitos de asesinato terrorista en grado de tentativa -19 años y 10 meses de cárcel por cada delito- y a 14 años y 10 meses por uno de estragos terroristas también en grado de tentativa.
Además, el tribunal impone a los cuatro etarras la prohibición, por un período de cinco años una vez cumplida la pena privativa de libertad, de aproximarse a las víctimas y a su domicilio, lugar de trabajo y lugares frecuentados por ambos. También se les prohíbe comunicarse con ellos por cualquier medio informático o telemático, contacto escrito, verbal o visual, y establece una indemnización a Aurora Intxausti de algo más de 150.000 euros y a Juan Palomo de 75.000.
"Es incuestionable el daño moral experimentado por ambas víctimas, pues se vieron gravemente atacadas en su propio domicilio, de una manera inesperada y con altas probabilidades de haber podido perder la vida, tanto la suya propia como la de su hijo que por aquel entonces tan solo tenía 18 meses de edad", consideran los magistrados.
La sentencia añade que a raíz de estos hechos, "experimentaron un fundado y explicable temor a ser atacados de nuevo". "Motivo por el que se vieron obligados a abandonar el que había sido su lugar de residencia y dejar la forma de vida que habían mantenido hasta entonces", insiste.
"Tras el atentado tuvieron que cambiar de ciudad y de lugar de trabajo y alejarse con ello de su entorno familiar y de sus relaciones sociales hasta el punto de que en cada ocasión que tenían que regresar al País Vasco debían contar con protección policial", subraya.
Dos kilos y medio de dinamita
La sentencia relata que en el año 2000 los condenados, como miembros del comando Gaua de ETA, realizaron labores de información para averiguar el domicilio en el que residía la pareja de periodistas. De este modo, estudiaron la viabilidad de colocar un artefacto explosivo en el rellano de la puerta de la vivienda "con la clara finalidad de atentar contra sus vidas y de causar daños en el inmueble".
Sobre las ocho de la mañana del 10 de noviembre de 2000, cuando Juan Palomo abrió la puerta de su casa para dirigirse a su trabajo, escuchó una explosión similar a la de un petardo y observó sobre el felpudo una maceta con una planta. Por ello indicó a su mujer, que se disponía a salir del domicilio con su hijo, que regresara al interior de la vivienda y se colocara en el lugar más alejado de la puerta.
El artefacto explosivo, compuesto por dos kilos y medio de dinamita y otros tantos de tornillería a modo de metralla, estaba preparado para que se activara al abrirse la puerta del domicilio. No obstante, no llegó a explotar porque falló la conexión entre el detonador y el explosivo, según la sentencia.
La misma recoge el testimonio que prestaron en el juicio Aurora Intxausti y Juan Palomo, que explicaron cómo cambiaron sus vidas desde el atentado y la de muchos de sus compañeros. "Supuso que toda nuestra familia y nuestros amigos quedaran marcados. Hay amigos que llegaron a perder un hijo por escuchar la noticia en la radio. Supuso cambiar todas nuestras relaciones. Y marcar toda nuestra vida", aseguró Palomo.
Tras el ataque, ambos tuvieron que mudarse a Madrid porque, relataron, la alternativa era hacer vida con cuatro escoltas. "Y no me veía yo en un parque con cuatro personas para columpiar a un niño. No era una vida sana para ningún bebé", reconoció Intxausti.